La mayoría de las cosas por las que nos angustiamos, nunca llegan a suceder, o acaban siendo mejores de lo que pensábamos.
La preocupación,
al igual que la fe, es una fuerza espiritual. Y actúa como un imán que
atrae precisamente todas las cosas que tememos, nubla nuestra percepción
de las cosas y distorsiona nuestra perspectiva. Dios nunca quiso que
lleváramos las cargas de mañana junto con las de hoy.
Consideremos, entonces, tres pasos que te ayudarán a vencer la preocupación:
1) Sustitúyela.
El decir a alguien que no se preocupe no
funciona. La preocupación es como un bloqueo emocional; la única forma
de desbloquearlo es sustituyéndolo por algo. “…Todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre… en esto pensad” (Filipenses 4:8). En otras palabras, ¡cambia de canal!
3) Elévate por encima de ella.
Un conocido pastor estaba volando cierto día por encima del río Mississippi cuando el cielo se oscureció. ‘No veo por donde vamos’
exclamó. El piloto replicó con calma: ‘Lo único que tenemos que hacer
es elevarnos por encima del aire caliente desprendido del suelo, del
polvo y del humo. Después de ascender unos 350 metros, se encontraron en
un mundo hermoso y sin nubes.
Corrie Ten Boom decía que la fe era “el radar que traspasa la niebla.’ Cuando la angustia y la preocupación quieran ofuscarte, puedes elevarte sobre ellas poniendo tu confianza en el Señor.
No te olvides: “…Los que esperan en el Señor… levantarán alas como las águilas…” (Isaías 40:31).
(Mateo 6:34) NO OS ANGUSTIÉIS POR EL DÍA DE MAÑANA
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