Muchos de nosotros hemos escuchado la
historia que contó Jesús en el capítulo 15 del Evangelio de San Lucas la
cual conocemos como “El hijo pródigo”. Si no la conoces te invito a
leerla con detenimiento analizando el corazón de cada uno de los
personajes y sobre todo el del padre. Esta historia trata de un padre
que tenía dos hijos, uno de ellos le pidió la parte de su herencia al
padre y se fue a malgastarla en lo que la versión Nueva Tradicción
Viviente define en el versículo 13 del mencionado capítulo como una “vida desenfrenada“.
Desde el día que salió de casa de su padre parecía que cada vez estaba
más lejos de algún día volver, cuando el dinero se le acabó llegó la
escasez y por si fuera poco la ciudad donde vivía fue azotada por una
gran hambruna, ¡nada peor que ser pobre y además serlo en un lugar donde
ni los ricos tienen para comer! Fue hasta que trabajando en el campo de
alguien más cuidando a los cerdos y deseando saciarse de su comida que
el versículo 17 nos dice: “Cuando finalmente entró en razón“, la versión Reina Valera 1960 lo traduce así: “Y volviendo en sí“.
¡Algo sucedió en el corazón de este hombre que lo hizo reaccionar! Con
toda su pobreza, hambre, mal aspecto y vergüenza encontró la lucidez
para reconocer que nadie lo amaba como su padre y que en su casa nada le
hacía falta. ¿Hace cuánto tiempo que te alejaste del camino del Señor?
¿cuántos días, semanas o meses llevas caminando en dirección opuesta a
su amor y su perdón?, ¿qué te hace falta para entrar en razón, para
volver en ti mismo y reconocer que fuera de su casa nada te llena ni te
hace feliz como sí lo hacía Él?
Regresa tu mirada al Señor
“Cuando se cumplió el tiempo, yo, Nabucodonosor, levanté los ojos al cielo. Recuperé la razón, alabé y adoré al Altísimo y di honra a aquel que vive para siempre”. El apóstol Pablo menciona en el capítulo 3 de su carta a los Colosenses el siguiente consejo: “Pongan la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra“. Porque ¿no es verdad que es cuando bajamos nuestra mirada del Cielo y la ponemos en nuestras circunstancias que nuestro corazón se empieza a enfriar al llenarse de duda, envidia, comparación y orgullo?, ¿no fue un evento no comprendido en tu vida, un mal trato de alguien más o un deseo de satisfacer tus ojos o tu cuerpo lo que te alejó de Dios la última vez que estuviste varios días sin orar, sin leer la Biblia y sin buscarlo? El apóstol Juan lo dice de la siguiente manera en el capítulo 2 de su primera carta: “Pues el mundo solo ofrece un intenso deseo por el placer físico, un deseo insaciable por todo lo que vemos, y el orgullo de nuestros logros y posesiones“. Lo que sea que te haya hecho quitar tu mirada del Señor, ¡tarde o temprano te darás cuenta que no valía la pena irte tras de ello! Al rey Nabucodonosor le sucedió en nuestra lectura bíblica del día de hoy, tras un tiempo de vivir en oscuridad, sufrimiento y pobreza física, emocional y espiritual un buen día al fin “levantó sus ojos al cielo” y en ese instante recuperó la razón y su primera decisión al hacerlo fue alabar y adorar al Altísimo, darle la honra, el respeto y el lugar que le correspondía al Señor en su vida. ¡Regresa tu mirada al Cielo! Dale al Señor el reconocimiento que merece, dobla tu rodilla una vez más ante Jesucristo y déjalo tomar el control de tu vida una vez más, es la mejor decisión que habrás tomado en mucho tiempo.
“Cuando se cumplió el tiempo, yo, Nabucodonosor, levanté los ojos al cielo. Recuperé la razón, alabé y adoré al Altísimo y di honra a aquel que vive para siempre”. El apóstol Pablo menciona en el capítulo 3 de su carta a los Colosenses el siguiente consejo: “Pongan la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra“. Porque ¿no es verdad que es cuando bajamos nuestra mirada del Cielo y la ponemos en nuestras circunstancias que nuestro corazón se empieza a enfriar al llenarse de duda, envidia, comparación y orgullo?, ¿no fue un evento no comprendido en tu vida, un mal trato de alguien más o un deseo de satisfacer tus ojos o tu cuerpo lo que te alejó de Dios la última vez que estuviste varios días sin orar, sin leer la Biblia y sin buscarlo? El apóstol Juan lo dice de la siguiente manera en el capítulo 2 de su primera carta: “Pues el mundo solo ofrece un intenso deseo por el placer físico, un deseo insaciable por todo lo que vemos, y el orgullo de nuestros logros y posesiones“. Lo que sea que te haya hecho quitar tu mirada del Señor, ¡tarde o temprano te darás cuenta que no valía la pena irte tras de ello! Al rey Nabucodonosor le sucedió en nuestra lectura bíblica del día de hoy, tras un tiempo de vivir en oscuridad, sufrimiento y pobreza física, emocional y espiritual un buen día al fin “levantó sus ojos al cielo” y en ese instante recuperó la razón y su primera decisión al hacerlo fue alabar y adorar al Altísimo, darle la honra, el respeto y el lugar que le correspondía al Señor en su vida. ¡Regresa tu mirada al Cielo! Dale al Señor el reconocimiento que merece, dobla tu rodilla una vez más ante Jesucristo y déjalo tomar el control de tu vida una vez más, es la mejor decisión que habrás tomado en mucho tiempo.
Regresar a Dios te hará volver a ser tú mismo
Dios quiere que vivas sin vergüenzas, sin remordimientos, sin amargura, sin heridas del pasado, sin hábitos que te controlan, sin inmoralidad inundando tu mente y todo tu cuerpo, dicho de otro modo: quiere que seas libre del pecado. ¿Podremos ser capaces al fin de hacer las declaraciones que hizo el rey Nabucodonosor?: “Tu dominio Señor es permanente, todos los hombres de la tierra ni todas las mujeres se comparan a ti, Tú haces lo que quieres en el Cielo y en la tierra, nadie puede detenerte“. Porque entre más lejos hayamos estado del Señor más del pecado se habrá adentrado en nosotros y entre más pecado hayamos practicado más podremos admitir que el fin del pecado es muerte, tristeza, dolor, suciedad, pesadez, soledad, infelicidad y amargura. ¡Qué diferente era la vida al lado del Señor! Cuando teníamos la seguridad y certeza que Él tenía todo bajo control, que Él era nuestro mayor tesoro, nuestra recompensa, nuestro Salvador y quien dirigía todo lo que sucedía en nuestra vida. ¡Qué diferentes éramos cuando nuestro corazón lo gobernaba la paz del Señor, su amor y su misericordia! ¿Estás listo para volver? Dios te está esperando, quiere restaurar su diseño original en ti, sanar tus heridas, perdonar tus pecados y ayudarte a enfrentar las consecuencias de tus malas decisiones hasta que vuelvas a una vida de plenitud y libertad.
Dios quiere que vivas sin vergüenzas, sin remordimientos, sin amargura, sin heridas del pasado, sin hábitos que te controlan, sin inmoralidad inundando tu mente y todo tu cuerpo, dicho de otro modo: quiere que seas libre del pecado. ¿Podremos ser capaces al fin de hacer las declaraciones que hizo el rey Nabucodonosor?: “Tu dominio Señor es permanente, todos los hombres de la tierra ni todas las mujeres se comparan a ti, Tú haces lo que quieres en el Cielo y en la tierra, nadie puede detenerte“. Porque entre más lejos hayamos estado del Señor más del pecado se habrá adentrado en nosotros y entre más pecado hayamos practicado más podremos admitir que el fin del pecado es muerte, tristeza, dolor, suciedad, pesadez, soledad, infelicidad y amargura. ¡Qué diferente era la vida al lado del Señor! Cuando teníamos la seguridad y certeza que Él tenía todo bajo control, que Él era nuestro mayor tesoro, nuestra recompensa, nuestro Salvador y quien dirigía todo lo que sucedía en nuestra vida. ¡Qué diferentes éramos cuando nuestro corazón lo gobernaba la paz del Señor, su amor y su misericordia! ¿Estás listo para volver? Dios te está esperando, quiere restaurar su diseño original en ti, sanar tus heridas, perdonar tus pecados y ayudarte a enfrentar las consecuencias de tus malas decisiones hasta que vuelvas a una vida de plenitud y libertad.
Conclusiones
“Cuando recobré la razón, también recuperé mi honra, mi gloria y mi reino. Mis asesores y nobles me buscaron y fui restituido como cabeza de mi reino, con mayor honra que antes”. Cuando Nabucodonosor “recobró la razón” y reconoció que Dios era el Señor de todo y quien gobernaba todas las naciones su vida comenzó a ser restaurada al grado que ¡volvió a sentarse en el trono de su reino con mayor honra que antes! Este rey había sido removido de su trono y enviado a vivir en el monte como animal salvaje como castigo por su soberbia y su rechazo a la Palabra de Dios y ahora que su honra había regresad, ¡había aprendido la lección!: “Ahora, yo, Nabucodonosor, alabo, glorifico y doy honra al Rey del cielo. Todos sus actos son justos y verdaderos, y es capaz de humillar al soberbio”. Será tu decisión y solamente tu decisión quien te haga volver al camino del Señor, solamente tú puedes escoger cuándo volver a orar cada día, cuándo sentarte a leer la Biblia y a buscar su corazón, cuándo doblar tu rodilla y reconocer ante Él que has fallado, pecado y que tienes un hambre insaciable por volver a su camino, por su perdón, su amor, su paz y su restauración. ¡Vuelve a casa! ¡Vence tu orgullo y tu vergüenza! ¡Dios no quiere que estés mendigando amor, atención ni provisión en ningún lado cuando Él está lleno de riquezas que está dispuesto a volver a compartir contigo! Esto es lo que Jesucristo dijo que hace el Padre con todos sus hijos que reconocen su condición y deciden volver a Él: “Y cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio llegar. Lleno de amor y de compasión, corrió hacia su hijo, lo abrazó y lo besó… su padre dijo a los sirvientes: “Rápido, traigan la mejor túnica que haya en la casa y vístanlo. Consigan un anillo para su dedo y sandalias para sus pies. Maten el ternero que hemos engordado. Tenemos que celebrar con un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ahora ha vuelto a la vida; estaba perdido y ahora ha sido encontrado”.
“Cuando recobré la razón, también recuperé mi honra, mi gloria y mi reino. Mis asesores y nobles me buscaron y fui restituido como cabeza de mi reino, con mayor honra que antes”. Cuando Nabucodonosor “recobró la razón” y reconoció que Dios era el Señor de todo y quien gobernaba todas las naciones su vida comenzó a ser restaurada al grado que ¡volvió a sentarse en el trono de su reino con mayor honra que antes! Este rey había sido removido de su trono y enviado a vivir en el monte como animal salvaje como castigo por su soberbia y su rechazo a la Palabra de Dios y ahora que su honra había regresad, ¡había aprendido la lección!: “Ahora, yo, Nabucodonosor, alabo, glorifico y doy honra al Rey del cielo. Todos sus actos son justos y verdaderos, y es capaz de humillar al soberbio”. Será tu decisión y solamente tu decisión quien te haga volver al camino del Señor, solamente tú puedes escoger cuándo volver a orar cada día, cuándo sentarte a leer la Biblia y a buscar su corazón, cuándo doblar tu rodilla y reconocer ante Él que has fallado, pecado y que tienes un hambre insaciable por volver a su camino, por su perdón, su amor, su paz y su restauración. ¡Vuelve a casa! ¡Vence tu orgullo y tu vergüenza! ¡Dios no quiere que estés mendigando amor, atención ni provisión en ningún lado cuando Él está lleno de riquezas que está dispuesto a volver a compartir contigo! Esto es lo que Jesucristo dijo que hace el Padre con todos sus hijos que reconocen su condición y deciden volver a Él: “Y cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio llegar. Lleno de amor y de compasión, corrió hacia su hijo, lo abrazó y lo besó… su padre dijo a los sirvientes: “Rápido, traigan la mejor túnica que haya en la casa y vístanlo. Consigan un anillo para su dedo y sandalias para sus pies. Maten el ternero que hemos engordado. Tenemos que celebrar con un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ahora ha vuelto a la vida; estaba perdido y ahora ha sido encontrado”.
Ideas para tu Oración de Hoy
1. Tal vez no te has alejado completamente de Dios como lo hizo este hombre en la parábola del Hijo Pródigo pero, ¿qué tan cerca está tu corazón del Señor?, ¿hace cuánto que no regresas al camino de la oración y la lectura de la Biblia cada día?, ¿habrá alguna raíz de amargura, falta de perdón o resentimiento creciendo en tu corazón? Dobla tu rodilla ante tu Salvador, renueva tu compromiso de buscarlo y amarlo, perdona y pide perdón, dale gracias por su misericordia y déjate lavar, restaurar y renovar por su Gracia y su Amor.
1. Tal vez no te has alejado completamente de Dios como lo hizo este hombre en la parábola del Hijo Pródigo pero, ¿qué tan cerca está tu corazón del Señor?, ¿hace cuánto que no regresas al camino de la oración y la lectura de la Biblia cada día?, ¿habrá alguna raíz de amargura, falta de perdón o resentimiento creciendo en tu corazón? Dobla tu rodilla ante tu Salvador, renueva tu compromiso de buscarlo y amarlo, perdona y pide perdón, dale gracias por su misericordia y déjate lavar, restaurar y renovar por su Gracia y su Amor.
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