Si quieres saber cuál fue el plan original de Dios para cada uno de nosotros mira a Adán: “Y creó Dios al hombre a su imagen… Los bendijo Dios y les dijo: «Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra y sometedla; ejerced potestad… sobre la tierra»” (Génesis 1:27-28). Fuimos creados para ser productivos, para multiplicarnos y para gobernar. Y toda profesión conocida abarca esas tres funciones. Un sacerdote es alguien que representa a Dios en nombre de otros y a otros en nombre de Dios. Y ésa es la descripción original de todos nosotros. Fuimos hechos a la imagen de Dios para seguir Su obra, que consiste en hacer florecer la tierra para que la tierra alabe a Dios.
Toda obra humana fue concebida por Dios para ser una obra sacerdotal. No solamente los clérigos o los misioneros han sido llamados por Dios, ni tampoco son necesariamente los que más le agradan, o los más importantes para Él. El erudito bíblico N.T. Wright nos describe una imagen muy bonita de este concepto. Él imagina a los humanos como espejos colocados en un ángulo de 45° entre el cielo y la tierra. Fuimos creados para reflejar el cuidado y el dominio de Dios en la tierra y reflejar de vuelta la alabanza y la gratitud de la creación a Dios. Eso lo que hacemos cuando trabajamos. Tienes un llamado. Tienes dones. Eres sacerdote. Y eso no está relacionado sólo con tu colaboración en la iglesia. Tu esfera laboral es el lugar por excelencia donde vives tu llamado. Cuando empiezas a verte a com o “ordenado por Dios” para hacer el trabajo que haces, eso te hará sonreír, te dará energía y añadirá dignidad a tu labor.
“VOSOTROS SOIS… REAL SACERDOCIO…” (1 Pedro 2:9)
En su libro Hábitos del Corazón, el sociólogo Robert N. Bellah describe tres actitudes que la gente tiene hacia su trabajo. Hay un grupo de personas para quienes el trabajo no es más que eso, un empleo, una forma de hacer dinero y pagar las facturas. Como decía la adhesivo de un automóvil “Debo mucho dinero así que tengo que ir a trabajar”. Pero si lo único que importa es lo que puedes sacar de tu trabajo, acabarás amargándote. El segundo grupo ve su trabajo como una carrera. En este caso la motivación va a ser mayor, pero se hará hincapié nada más en progresar y tener prestigio. Significa, entonces, que si tu carrera no va bien, puedes pensar que tu valía está en entredicho. El tercer grupo ve su trabajo como un llamamiento.Ahora bien, por lógica, si hay un llamado significa que alguien llama ¿no? Ese alguien es Dios. Tú no eres el que llama, si no el que es llamado, y cualquier trabajo que repercuta para bien y que sea de bendición para otros y cumpla los propósitos de Dios es un llamamiento. Es posible que un médico o un clérigo vean su trabajo como un mero empleo, un medio de ganar un buen sueldo. Y es posible también que un barrendero considere su labor -hacer del mundo un lugar más limpio- como un llamamiento. No le estamos quitando importancia a quienes están en los púlpitos y predican; estamos dándoles mayor relevancia a los que sirven a Dios 40 horas a la semana en otros muchos campos laborales. La clave es ésta: si el trabajo se hace bien, ambos grupos oirán el elogio del Señor: “…¡Hiciste bien, siervo bueno y fiel!…” (Mateo 25:23 NVI).
“ES DIOS QUIEN LO INSTRUYE Y LE ENSEÑA CÓMO HACERLO” (Isaías 28:26 NVI)
Todos los agraciados de la lotería suelen hacer el mismo comentario cuando les toca: ‘Ganar todo ese dinero no me va a cambiar la vida’. Pero raramente es así. Seis meses más tarde ya han dejado su trabajo y comprado una casa nueva. Una encuesta entre este grupo de personas confirmó dos cosas:1) La mayoría de ellos era más infeliz después del premio que antes.
¿Por qué? Por la desilusión y el resentimiento con algunos familiares y amigos, a causa de las demandas de éstos y sus expectativas no cumplidas.2) Ninguno de ellos podría vivir ya sin el dinero ganado.
Cuando has tenido mucho dinero, sueles sentirte muy desgraciado con menos. No obstante, tener más dinero no significa que valgas más.Escribió Isaías: “Cuando un agricultor ara para sembrar ¿lo hace sin descanso? ¿No siembra trigo en hileras…? Es Dios quien lo instruye y le enseña cómo hacerlo… esto viene del Señor Todopoderoso…” (Isaías 28:24-29 NVI). Significa eso que ya seas agricultor o bombero, ¡Dios te dio ese trabajo! Ése es tu llamado y su propósito no se limita a brindarte seguridad financiera. Fue concebido para darte dignidad y valía, y para cumplir los objetivos de Dios en la tierra. El teólogo Miroslav Volf escribe: “Todo trabajo humano, ya sea sencillo o complicado, es posible gracias a la intervención del Espíritu de Dios en la persona que trabaja; y toda tarea cuyo resultado y naturaleza refleje los valores de la nueva creación se cumple bajo las instrucciones y la inspiración del Espíritu de Dios”. Entonces, “Todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor…” (Colosenses 3:23).
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