Con la boca articulamos alabanzas, mientras fijamos la vista en la caspa en la chaqueta del hombre que está delante de nosotros. Pasamos los diezmos y las ofrenda mientras nos preguntamos si nos quedamos con suficiente dinero para pagar la cuenta de teléfono, la cuenta de la luz, las tarjetas de crédito. Abrimos la Biblia pero cerramos la mente al mensaje que se da desde el púlpito y en cambio cavilamos sobre un problema de nuestro hijo. Con la cabeza llevamos a cabo la adoración de modo mecánico pero nuestro corazón no participa del proceso.
Para poder adorar a Dios en verdad no basta con usar la cabeza. Debemos emplear el corazón.
¿Qué sentimos al considerar el poder de Dios en la creación? ¿Qué le sucede a nuestra perspectiva de la vida cuando una alabanza describe la provisión de Dios para la mayoría de nuestras necesidades diarias? ¿Qué quiere Dios que hagamos como respuesta a lo que hemos oído?
No basta con reconocer a Dios con la cabeza. La adoración incluye tanto el reconocer como el responder a Dios. Se trata de sumergir tanto la cabeza como el corazón en las maravillas de su Persona y vivir y expresar la verdad de lo que hallamos en ese lugar.
Salmos 92:1-5
Bueno es alabarte, oh Jehová,
Y cantar salmos a tu nombre, oh Altísimo;
2 Anunciar por la mañana tu misericordia,
Y tu fidelidad cada noche,
Y tu fidelidad cada noche,
3 En el decacordio y en el salterio,
En tono suave con el arpa.
En tono suave con el arpa.
4 Por cuanto me has alegrado, oh Jehová, con tus obras;
En las obras de tus manos me gozo.
En las obras de tus manos me gozo.
5 !!Cuán grandes son tus obras, oh Jehová!
Muy profundos son tus pensamientos.
Muy profundos son tus pensamientos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario