“Pero yo os digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra.” (Mateo 5: 39)¿Has sentido alguna vez que das sin medida y a cambio sólo recibes ingratitud y más exigencias? No eres la única persona, ni tú ni yo somos los únicos, muchos se sienten igual y viven la misma situación. Porque mientras nuestro espíritu se dispone hacer el bien y ayudar, la carne grita y reclama: ¡No lo hagas! ¿Por qué tú?
Creo que el principal motivo y la razón que nos motiva a servir y ayudar a los demás, es nuestra fe en Jesucristo. Él, sin conocernos lo dio todo por nosotros. Sin saber quienes éramos y que diríamos lo dio todo si condiciones ni exigencias. Jesús renunció a si mismo por amor y no valoró si lo merecíamos o no, porque de haberlo hecho su muerte no habría sido suficiente para la cantidad de maldad, pecado, indiferencia y frialdad de los hombres; pero él no escatimó nada y se entregó, por eso hoy. Nuestro objetivo es ser imitadores de Cristo, renunciando a la carne e imitando su carácter. Sirviendo y ayudando a los demás.
¿Te cansas? ¡Yo también! Pero que tú fuerza sea la fortaleza de Cristo que nunca se cansa y antes aumenta su paciencia para con nosotros.
¿Te agota ayudar a quién no valora tu ayuda? ¡A mí también! Pero que nuestro consuelo sea el amor de Cristo que llevó a la cruz para darnos vida por la eternidad. Si lo hizo él, porque no hacerlo nosotros.
“Porque mejor es que padezcáis haciendo el bien, si la voluntad de Dios así lo quiere, que haciendo el mal”. (1 Pedro 3:17)Parece una actitud servil y dócil. Una actitud fuera de lo común, pero eso es precisamente lo que caracteriza a los hijos de Dios. Estamos en el mundo pero no actuamos como el mundo, somos diferentes. Así que aunque padezcamos o suframos sirviendo y poniendo toda la carne en el asador, como dicen por ahí, sigamos con nuestra tarea que a su tiempo segaremos, nuestro jefe, todo lo ve y conoce; él paga y multiplica. Lo creo y doy testimonio de ello. Cuando nada tuve y serví. Dios vio con agrado mi actitud y recompensó mi acción y nunca me ha desamparado ni nada me ha faltado.
No ayudemos por la retribución. Demos y ayudemos por que de él hemos recibido. Demos porque es una forma de alabar y honrar a Dios, porque él ama al dador alegre y retribuye la obra de cada uno. No nos demos por vencidos, recordemos el padecimiento de Cristo como nuestro motor para seguir dando y sirviendo a lo demás. Seamos embajadores de los cielos donde vayamos. Que los demás no nos vean a nosotros sino a Cristo en nosotros.
“Pero esforzaos vosotros, y no desfallezcan vuestras manos, pues hay recompensa para vuestra obra”. (2 Crónicas 15:7)Así que con la palabra que el Señor nos da el día de hoy la misión está clara, servir sin rendirse, ayudar sin esperar nada a cambio. Dar sin medida como él nos ha dado.
Entonces digamos juntos: “Gracias Señor por tu misericordia y eterna justicia. Gracias por tu piedad y paciencia, por enseñarnos y pedirnos que seamos como tú para que nuestro mundo cambie y haya paz y bien entre nosotros. Ayúdanos a entender el propósito de tu obra y plan de amor. Ayúdanos a ser reflejos de ti cada día con todas las personas que nos rodean. Pidan o exijan, ayúdanos a dar, tú te encargarás de hacer justicia y de confrontar el corazón de lo ingratos y desagradecidos, a nosotros no nos corresponde. Así que hoy te pedimos nos des un corazón grato, justo y amoroso que ayude sin condiciones a los demás, como tú nos has servido y ayudado.” En el nombre de Jesucristo oramos y te lo pedimos”. Amén.
“Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión para la carne, sino servíos por amor los unos a los otros.”Así que siendo libres, elijamos hacer el bien y servir a los demás en amor.
(Gálatas 5:13)
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