miércoles, 23 de agosto de 2017

EN LA SALUD Y LA ENFERMEDAD

Salmo 90
Señor, tú nos has sido refugio
De generación en generación.
Antes que naciesen los montes
Y formases la tierra y el mundo,
Desde el siglo y hasta el siglo, tú eres Dios.
Vuelves al hombre hasta ser quebrantado,
Y dices: Convertíos, hijos de los hombres.
Porque mil años delante de tus ojos
Son como el día de ayer, que pasó,
Y como una de las vigilias de la noche.
Los arrebatas como con torrente de aguas; son como sueño,
Acabamos nuestros años como un pensamiento.
Los días de nuestra edad son setenta años;
Y si en los más robustos son ochenta años,
Con todo, su fortaleza es molestia y trabajo,
Porque pronto pasan, y volamos.
¿Quién conoce el poder de tu ira,
Y tu indignación según que debes ser temido?
Enséñanos de tal modo a contar nuestros días,
Que traigamos al corazón sabiduría.

Cuando nos casamos, todos repetimos, de una manera u otra las mismas frases...
...en la riqueza y en la pobreza
...en la salud y en la enfermedad
...hasta que la muerte nos separe
En estos días en los que he estado en mi casa he visto a mi madre cuidar de mi padre. La he visto bañarlo, cambiarlo, afeitarlo. La he visto darle de comer, preparar sus medicinas y peinarlo.
Mi padre ya no puede hacer nada por sí mismo. Apenas habla y da unos pasos. Su cabeza tampoco funciona muy bien ya. Hay veces que no sabe con quién está hablando y otras en las que se empeña en cosas como ponerse los zapatos veinte o treinta veces.
Y mi madre está ahí. Al pie del cañón. Algunos días mejor, otros días peor. A veces con más ánimo, otras sin ninguno.
...en la salud y en la enfermedad.
Hay un artículo sobre este tema que me gustó mucho y que leí en The Huffington Post. Te traduzco algunas partes hoy por si te sirve de ayuda, de ánimo o desafío.
El tiempo, como un arroyo de corriente incesante, pronto nos arrastra a todos. Volamos, olvidados, como un sueño muere al comenzar el día. Oh Dios, nuestra ayuda en los tiempos pasados, nuestra esperanza para los años por venir. Sé tú nuestro guía mientras dure nuestra vida y sé también nuestro hogar eterno.
Nuestro Dios, nuestra ayuda”, verso 4. Himno por Isaac Watts.
El Sr. G. Nos contó la historia de cómo conoció a su esposa más de 72 años atrás. A los 95 años de edad, hablaba de ese día como si no hubiera pasado el tiempo. Y, aunque la memoria de su esposa se va evaporando poco a poco, ambos sonríen al recordarlo. Qué lindo creer que algún día, a los 95, tu pareja pueda, no solo estar viva, sino hablar con admiración y afecto profundos del primer encuentro, décadas atrás.
El Sr. G. dejó claro que su gozo no está limitado al pasado o a cuando ambos eran jóvenes…
…Amar significa sacrificarte por la otra persona. Esta es la mujer que amo. Uno no abandona a alguien a quien ha amado durante 70 años.
Imagino que todos aspiramos a tener un amor que dure. Uno que permanezca firme cuando estemos enfermos, débiles o perdamos la cabeza, cuando esperemos que la memoria de lo que hemos sido triunfe sobre la realidad de aquello en lo que nos hemos convertido.
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Este es un tipo de amor que perdura a lo largo de los años, que permanece firme y estable a pesar de las muchas tormentas de la vida, que se fortalece ante el desgaste de la rutina y prosigue ante viento y marea en las pleamares de la vida.
Ese es el amor que quiero cultivar en mi matrimonio. No puedo pretender que dentro de 40 años la relación de pareja entre mi marido y yo esté fuerte y saludable si no la he cultivado, si no hemos trabajado y nos hemos esforzado por crecer juntos, por superar obstáculos juntos… por vivir juntos.
Los matrimonios fuertes no son aquellos que no tienen problemas, sino los que toman la decisión de enfrentarlos y superarlos juntos.
Dentro de la dureza de la situación de mi padre, es muy lindo ver el cuidado amoroso de mi madre, su atención, su cariño hacia su esposo de 50 años. No sé lo que nos espera a mi esposo y a mí, pero es mi deseo cultivar una relación que nos permita vivir nuestro amor hasta el final…
…en la salud y en la enfermedad
…hasta que la muerte nos separe.

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