Colosenses 3:18-21 nos da una descripción de cómo Dios
quiere que funcionen nuestras familias:
Casadas,
estad sujetas a vuestros maridos como conviene en el Señor.
Maridos,
amad a vuestras mujeres y no seáis ásperos con ellas.
Hijos,
obedeced a vuestros padres en todo, porque esto agrada al Señor.
Padres, no
exasperéis a vuestros hijos para que no se desalienten
A todos nos da donde más nos duele y nos cuesta ¿verdad?
Casadas
A
las mujeres casadas nos manda someternos. Creo que la cuestión de la sumisión es una de las más controversiales y menos
entendidas dentro de la Palabra de Dios. La palabra que se utiliza en griego
para “someterse” es un término prestado del vocabulario militar. Literalmente
significa “estar bajo un rango”. Habla de la manera en la que el ejército se
organiza por rangos, con generales, coroneles, capitanes, soldados… Hay
distintos niveles de rango que deben ser respetados.
Sabemos que, como persona, un soldado puede ser más
listo, más talentoso e incluso mejor persona que un general, pero aún está bajo
e rango y la autoridad del general. De la misma forma, una esposa no se somete
a su esposo (y repito, a su esposo, esto no es una cuestión hombre-mujer sino
esposo-esposa) porque este se lo merezca. Se pone bajo su autoridad porque es
su esposo y Dios le pide que lo haga.
En ningún modo se niega la igualdad entre hombre y mujer
establecida por Pablo en Gálatas 3:28, simplemente ser iguales no significa
tener los mismos roles y funciones. La sumisión implica que somos parte de un
equipo en el que cada uno tiene que cumplir su rol. La forma media del verbo
muestra que la sumisión que agrada a Dios debe ser voluntaria, no forzada ni
demandada. Es la deferencia de una esposa consciente del papel que debe
desempeñar en su hogar.
Como decía antes, la esfera de esta sumisión es el
matrimonio: la esposa se somete al esposo; la Biblia no manda en ningún caso
una sumisión general de las mujeres ante los hombres ni les da a los hombres
autoridad exclusiva sobre las mujeres.
El elemento crucial de este mandato es “como conviene en
el Señor”. Esas cinco palabras son las que dan sentido a todo porque dan la
motivación para la sumisión de la esposa: la mujer se somete a su marido como
parte de su deber hacia el Señor, porque es una expresión de obediencia a Dios.
Está honrando la Palabra de Dios y Su autoridad máxima al obedecerle y
someterse a su esposo.
Si aún no te has casado, recuerda esto cuando estés
esperando a tu futuro esposo. Dios espera de ti que te sometas a tu esposo, por
tanto busca un hombre entre cuyas cualidades principales no esté si es
romántico o no o si es guapo o no o si te hace reír o no, sino que sea un
hombre al que puedas respetar y someterte.
David Guzik explica en su comentario sobre la Biblia que,
como en toda relación humana, el mandamiento a la esposa de someterse a su
esposo no es absoluto y tiene excepciones entre las que están:
Que el esposo le pida a la esposa cometer un pecado o ir
por encima de las leyes de Dios.
Que el esposo esté médicamente incapacitado o esté bajo
la influencia de sustancias que alteran su capacidad de raciocinio.
Que
el esposo sea violento y cause daño físico o psicológico.
Que
el esposo rompa el vínculo del matrimonio en adulterio.
En
cualquiera de estos casos antes de la sumisión está la restauración de la
persona y del vínculo matrimonial y para eso, generalmente, se necesita ayuda
externa.
Maridos
Los
hombres son llamados a amar a sus esposas y no ser ásperos con ellas. Ese amor
que se requiere del esposo es el amor agape. Este amor agape no indica una
atracción romántica, sino el tipo de amor que se preocupa, una actitud
deliberada de la mente que se preocupa por el bienestar del otro. Es el tipo de
amor incondicional y sacrificial que Dios tiene por todos nosotros y que
demanda de los esposos creyentes (Efesios 5:25); es un amor que no tiene que
ver con una emoción, sino con la negación de uno mismo por el bien del otro.
Es
un amor que no cambia; un amor que no espera nada a cambio; es un amor que
puede darse a aquellos difíciles de amar; es un amor que sigue amando aun
cuando es rechazado; Es un amor que se entrega porque ama, no porque espera nada
a cambio. En muchos hogares sería una mejora enorme que el esposo fuera amable
con su esposa… pero Pablo va más allá, lo que realmente dice es: “esposos,
deben practica la negación de sí mismos de forma continua por el bien de sus
esposas”.
De
forma que, nosotras no lo tenemos fácil con el asunto de la sumisión… ¡pero
tampoco nuestros maridos con el del amor!
Hijos
Los
hijos son llamados a obedecer a sus padres en todo. No en aquello que les
parece bien, sino en todo.
Al
escribir esto, Pablo tiene en mente a los hijos que están todavía en el seno
del hogar familiar y que están, por tanto, bajo la autoridad de los padres,
bajo sus reglas y normas de funcionamiento del hogar. No solamente deben honrar
a sus padres como dice Efesios 6:2, sino también obedecerlos.
Una
vez que un hijo está independizado y fuera del hogar familiar, ya no están bajo
la obligación de obedecer, pero sí de honrar a sus padres (Éxodo 20:12).
La
razón más importante para que los hijos obedezcan a sus padres es que “esto
agrada al Señor”. Cuando un hijo respeta la autoridad de sus padres, está
respetando el orden de la autoridad de Dios en todas las áreas de su vida.
Esta idea de orden y autoridad es tan importante
que Dios que son parte de Su propio ser. La primera persona de la Trinidad es
llamada Padre y la segunda persona es llamada Hijo. Inherentes a estos títulos
están la relación de autoridad entre padres e hijos y la sumisión a la
autoridad. El Padre ejerce autoridad sobre el Hijo y el Hijo se somete a la
autoridad del Padre. Nuestro fallo a la hora de ejercitar la autoridad bíblica
y de someternos a su autoridad es un pecado contra la misma naturaleza de Dios
(1 Samuel 15.23)
Padres
Por
último, palabras también para los padres: “no exasperéis a vuestros hijos para
que no se desalienten”. Los hijos tienen la responsabilidad de obedecer a sus
padres, pero los padres tienen la responsabilidad de no exasperar a sus hijos
siendo muy duros, demandantes, controladores, faltos de perdón… con sus hijos.
Estos comportamientos negativos pueden expresarse a través de nuestras
palabras, acciones o incluso con nuestro silencio y falta de atención.
En
la mayoría de los problemas entre padres e hijos es fácil ver el mal
comportamiento del hijo. Pero Pablo nos recuerda sabiamente que ese mal
comportamiento puede estar provocado por los padres. Cuando este es el caso,
eso no justifica el mal comportamiento del hijo, pero puede explicar su causa y
es el principio para cambiarlo. Los padres deben hacer todo lo que puedan para
no exasperar a sus hijos.
Exasperar
significa literalmente “irritar por órdenes, sacar faltas continuamente e
interferir injustamente en los asuntos de otros”.
Los
hijos que crecen en hogares en los que los padres los exasperan, se desalientan.
Se desalientan con la vida, con las relaciones con otros y, especialmente, en
su vida espiritual y en su relación con Dios. Al no sentir el amor y el apoyo
de sus padres de la forma que deberían, al no tener padres que reflejen con sus
palabras y sus actitudes el amor de Dios, pueden crecer creyendo que el mundo
está en su contra, que no merece la pena vivir de acuerdo a las leyes de Dios.
Esto nos recuerda la importancia de sazonar nuestra forma de criar a nuestros
hijos con mucha gracia y amor. Deberíamos ser tan amables, perdonadores y
longánimos con nuestros hijos como Dios lo es con nosotros.
¿Tienes una familia que agrada a Dios?
Consérvala, sigue haciéndolo bien. ¿Aún te queda mucho por cambiar… como a mí?
¡Todo es posible con la ayuda de Dios! No dejemos de orar por nuestra familia,
para que podamos cumplir los estándares de Dios y tener familias que sean de
ejemplo para las personas a nuestro alrededor ¡Esa también es una forma de
acercar a otros a Dios!
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