miércoles, 23 de agosto de 2017

Familia...que agrada a Dios

Colosenses 3:18-21 nos da una descripción de cómo Dios quiere que funcionen nuestras familias:
Casadas, estad sujetas a vuestros maridos como conviene en el Señor.
Maridos, amad a vuestras mujeres y no seáis ásperos con ellas.
Hijos, obedeced a vuestros padres en todo, porque esto agrada al Señor.
Padres, no exasperéis a vuestros hijos para que no se desalienten
A todos nos da donde más nos duele y nos cuesta ¿verdad?
Casadas
A las mujeres casadas nos manda someternos. Creo que la cuestión de la sumisión es una de las más controversiales y menos entendidas dentro de la Palabra de Dios. La palabra que se utiliza en griego para “someterse” es un término prestado del vocabulario militar. Literalmente significa “estar bajo un rango”. Habla de la manera en la que el ejército se organiza por rangos, con generales, coroneles, capitanes, soldados… Hay distintos niveles de rango que deben ser respetados.
Sabemos que, como persona, un soldado puede ser más listo, más talentoso e incluso mejor persona que un general, pero aún está bajo e rango y la autoridad del general. De la misma forma, una esposa no se somete a su esposo (y repito, a su esposo, esto no es una cuestión hombre-mujer sino esposo-esposa) porque este se lo merezca. Se pone bajo su autoridad porque es su esposo y Dios le pide que lo haga.
En ningún modo se niega la igualdad entre hombre y mujer establecida por Pablo en Gálatas 3:28, simplemente ser iguales no significa tener los mismos roles y funciones. La sumisión implica que somos parte de un equipo en el que cada uno tiene que cumplir su rol. La forma media del verbo muestra que la sumisión que agrada a Dios debe ser voluntaria, no forzada ni demandada. Es la deferencia de una esposa consciente del papel que debe desempeñar en su hogar.
Como decía antes, la esfera de esta sumisión es el matrimonio: la esposa se somete al esposo; la Biblia no manda en ningún caso una sumisión general de las mujeres ante los hombres ni les da a los hombres autoridad exclusiva sobre las mujeres.
El elemento crucial de este mandato es “como conviene en el Señor”. Esas cinco palabras son las que dan sentido a todo porque dan la motivación para la sumisión de la esposa: la mujer se somete a su marido como parte de su deber hacia el Señor, porque es una expresión de obediencia a Dios. Está honrando la Palabra de Dios y Su autoridad máxima al obedecerle y someterse a su esposo.
Si aún no te has casado, recuerda esto cuando estés esperando a tu futuro esposo. Dios espera de ti que te sometas a tu esposo, por tanto busca un hombre entre cuyas cualidades principales no esté si es romántico o no o si es guapo o no o si te hace reír o no, sino que sea un hombre al que puedas respetar y someterte.
David Guzik explica en su comentario sobre la Biblia que, como en toda relación humana, el mandamiento a la esposa de someterse a su esposo no es absoluto y tiene excepciones entre las que están:
Que el esposo le pida a la esposa cometer un pecado o ir por encima de las leyes de Dios.
Que el esposo esté médicamente incapacitado o esté bajo la influencia de sustancias que alteran su capacidad de raciocinio.
Que el esposo sea violento y cause daño físico o psicológico.
Que el esposo rompa el vínculo del matrimonio en adulterio.
En cualquiera de estos casos antes de la sumisión está la restauración de la persona y del vínculo matrimonial y para eso, generalmente, se necesita ayuda externa.
Maridos
Los hombres son llamados a amar a sus esposas y no ser ásperos con ellas. Ese amor que se requiere del esposo es el amor agape. Este amor agape no indica una atracción romántica, sino el tipo de amor que se preocupa, una actitud deliberada de la mente que se preocupa por el bienestar del otro. Es el tipo de amor incondicional y sacrificial que Dios tiene por todos nosotros y que demanda de los esposos creyentes (Efesios 5:25); es un amor que no tiene que ver con una emoción, sino con la negación de uno mismo por el bien del otro.
Es un amor que no cambia; un amor que no espera nada a cambio; es un amor que puede darse a aquellos difíciles de amar; es un amor que sigue amando aun cuando es rechazado; Es un amor que se entrega porque ama, no porque espera nada a cambio. En muchos hogares sería una mejora enorme que el esposo fuera amable con su esposa… pero Pablo va más allá, lo que realmente dice es: “esposos, deben practica la negación de sí mismos de forma continua por el bien de sus esposas”.
De forma que, nosotras no lo tenemos fácil con el asunto de la sumisión… ¡pero tampoco nuestros maridos con el del amor!
Hijos
Los hijos son llamados a obedecer a sus padres en todo. No en aquello que les parece bien, sino en todo.
          Al escribir esto, Pablo tiene en mente a los hijos que están todavía en el seno del hogar familiar y que están, por tanto, bajo la autoridad de los padres, bajo sus reglas y normas de funcionamiento del hogar. No solamente deben honrar a sus padres como dice Efesios 6:2, sino también obedecerlos.
          Una vez que un hijo está independizado y fuera del hogar familiar, ya no están bajo la obligación de obedecer, pero sí de honrar a sus padres (Éxodo 20:12).
          La razón más importante para que los hijos obedezcan a sus padres es que “esto agrada al Señor”. Cuando un hijo respeta la autoridad de sus padres, está respetando el orden de la autoridad de Dios en todas las áreas de su vida.
Esta idea de orden y autoridad es tan importante que Dios que son parte de Su propio ser. La primera persona de la Trinidad es llamada Padre y la segunda persona es llamada Hijo. Inherentes a estos títulos están la relación de autoridad entre padres e hijos y la sumisión a la autoridad. El Padre ejerce autoridad sobre el Hijo y el Hijo se somete a la autoridad del Padre. Nuestro fallo a la hora de ejercitar la autoridad bíblica y de someternos a su autoridad es un pecado contra la misma naturaleza de Dios (1 Samuel 15.23)
Padres
Por último, palabras también para los padres: “no exasperéis a vuestros hijos para que no se desalienten”. Los hijos tienen la responsabilidad de obedecer a sus padres, pero los padres tienen la responsabilidad de no exasperar a sus hijos siendo muy duros, demandantes, controladores, faltos de perdón… con sus hijos. Estos comportamientos negativos pueden expresarse a través de nuestras palabras, acciones o incluso con nuestro silencio y falta de atención.
En la mayoría de los problemas entre padres e hijos es fácil ver el mal comportamiento del hijo. Pero Pablo nos recuerda sabiamente que ese mal comportamiento puede estar provocado por los padres. Cuando este es el caso, eso no justifica el mal comportamiento del hijo, pero puede explicar su causa y es el principio para cambiarlo. Los padres deben hacer todo lo que puedan para no exasperar a sus hijos.
Exasperar significa literalmente “irritar por órdenes, sacar faltas continuamente e interferir injustamente en los asuntos de otros”.
Los hijos que crecen en hogares en los que los padres los exasperan, se desalientan. Se desalientan con la vida, con las relaciones con otros y, especialmente, en su vida espiritual y en su relación con Dios. Al no sentir el amor y el apoyo de sus padres de la forma que deberían, al no tener padres que reflejen con sus palabras y sus actitudes el amor de Dios, pueden crecer creyendo que el mundo está en su contra, que no merece la pena vivir de acuerdo a las leyes de Dios. Esto nos recuerda la importancia de sazonar nuestra forma de criar a nuestros hijos con mucha gracia y amor. Deberíamos ser tan amables, perdonadores y longánimos con nuestros hijos como Dios lo es con nosotros.
¿Tienes una familia que agrada a Dios? Consérvala, sigue haciéndolo bien. ¿Aún te queda mucho por cambiar… como a mí? ¡Todo es posible con la ayuda de Dios! No dejemos de orar por nuestra familia, para que podamos cumplir los estándares de Dios y tener familias que sean de ejemplo para las personas a nuestro alrededor ¡Esa también es una forma de acercar a otros a Dios!

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