El nombre de
Noemí significa “placentera”. Antes de enfrentar muchas desgracias, Noemí fue
una mujer amistosa y amable. Pero también, fue una mujer que tuvo que pasar por
muchos sufrimientos.
Noemí estaba
casada con Elimelec. Ambos huyendo de la hambruna en Belén, fueron a parar a
Moab.
En el exilio su
esposo murió, y Noemí se quedó sola con sus dos hijos en Moab: Mahlón y
Quelión. Los hijos de Noemí se casaron con mujeres mohabitas. Pero el Señor le
quitó a sus dos hijos, y Noemí se quedó
sola con sus dos nueras, que no eran de su pueblo, ni adoraban a su Dios.
Noemí escuchó que
en Belén el pan volvía a ser abundante y, como se encontraba en la más extrema
pobreza decidió regresar a su amada Belén. Noemí salió de Moab en compañía de
sus dos nueras. Pero solo Rut la acompañó hasta Belén, después de que Noemí le
pidiera a ambas que se regresaran con sus madres.
Dos veces
consecutivas Noemí les suplicó que la abandonaran. Finalmente, Orfa besó a su
suegra y regresó con los suyos. Pero Rut, se negó a abandonarla. «Tu pueblo
será mi pueblo, y tu Dios mi Dios», fue la respuesta decidida de Rut. ¡Qué
bellas palabras las de Rut! ¿Qué suegra no le gustaría tener una nuera tan
amorosa y fiel? Noemí mostró ternura y consideración para con su nuera, se
afianzó más el lazo que sentían una con la otra: se quisieron como madre e
hija.
Noemí era ya una
mujer de edad avanzada, que se había visto obligada a comenzar desde cero. Pueden
imaginarse lo que quizá pasó por su mente: <<Ahora regreso peor que
cuando salí de Belén, regreso sin nada y para colmo: vieja y sin mi familia. Sólo
me acompaña una nuera que no pertenece a mi tierra, ni mi Dios es su Dios>.
Tuvo que ser muy penoso para ella, pero el Señor tenía otros planes; los
propósitos de Dios son a veces incompresibles para nosotros. Pero debemos
recordar que ÉL tiene el control.
Así es que, Noemí
llegó acompañada por su nuera, Rut. La Biblia dice que toda la ciudad se
conmovió por causa de ellas; y les decían: "¿No es ésta Noemí?".» Con
lágrimas en los ojos la anciana contestó: «No me llaméis Noemí, sino llamadme
Mara, porque en grande amargura me ha puesto el Todopoderoso.»
Noemí logró
vencer su amargura y volvió a ser amable y afectiva como lo había sido antes.
Dios honró en gran manera a esta mujer abandonada. Su historia fue incluida en las
Sagradas Escrituras, se ha ganado la admiración y el respeto de todos nosotros.
Su sangre se mezcló con la del Hijo de Dios a través de las generaciones.
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