jueves, 17 de agosto de 2017

SARA








Sara fue una mujer de una belleza deslumbrante, de risa continua; a veces era poco respetuosa, podría decirse que hasta irreverente. Por esto, en un principio puede sorprender, que fuera Sara la elegida para tamaña misión. Sin embargo, su modo de actuar fue siempre muy humano… No obstante, fue la elegida por Dios, a pesar de sus virtudes y defectos. 
Además, Sara sería la única mujer con quien Dios se comunicó directamente, ya que las demás profetisas mencionadas en la Biblia recibieron mensajes de Dios por medio de ángeles.
Al principio su nombre era Sarai, que significa “mi princesa” o “gobernadora mía”. Luego el Señor antes de concederle el milagro de tener un hijo a la edad de 90 años, le cambió el nombre por  “Sara”. En hebreo el nombre Sara se usa para designar a una mujer de alto rango y, a veces es traducido como "princesa" o “gobernadora”. 
Sara poseía un carácter fuerte, era dominante y sabía hacer sentir su autoridad y señorío. Si analizamos su vida podemos darnos cuenta de que tuvo dos facetas: era una mujer hogareña, gobernaba muy bien a sus criadas y su casa, pero tenía muy claro que Abraham era la cabeza del hogar y, a él le debía respeto como tal. Sara en eso no se perdió: estuvo al lado de su marido a pesar de todo el trabajo que pasaron juntos. 
No obstante, por otro lado, Sara por su propia voluntad le entrega su esclava Agar a Abraham para procrear descendencia porque según las leyes mesopotámicas, una mujer estéril podía ceder su esclava al marido y, si tenía descendencia, reconocer al hijo como suyo. Pero Sara no contaba con que Agar la menospreciaría por haber concebido. Entonces he aquí que Sara, al no poder hacer nada sin el consentimiento de su marido, le pide a éste que resuelva la situación. Abraham le dice: “He aquí tu sierva está en tu mano, haz con ella como bien te parezca”. 
Sara llegó a oprimir a Agar: pasó de tratarla como a una amiga a ser su enemiga. Sara echó de casa a su esclava, pero Dios la hace volver y le dice: “El hijo de Agar será Ismael, que no es el escogido, pero sí será el antepasado de los árabes del desierto, el fundador de otro gran pueblo (los ismaelitas)”. 
Sin embargo, esto nos enseña algo muy importante: incluso los más grandes líderes comenten errores, y gracias a Dios, este error no fue tomado en cuenta, pues de lo contrario Sara hubiese estorbado los planes de nuestro Señor. Esto a su vez nos muestra que los planes de Dios son irrevocables.

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