Sara
fue una mujer de una belleza deslumbrante, de risa continua; a veces era poco
respetuosa, podría decirse que hasta irreverente. Por esto, en un principio
puede sorprender, que fuera Sara la elegida para tamaña misión. Sin embargo, su
modo de actuar fue siempre muy humano… No obstante, fue la elegida por Dios, a
pesar de sus virtudes y defectos.
Además, Sara sería la única mujer con quien Dios
se comunicó directamente, ya que las demás profetisas mencionadas
en la Biblia recibieron mensajes de Dios por medio de ángeles.
Al
principio su nombre era Sarai, que significa “mi princesa” o “gobernadora mía”.
Luego el Señor antes de concederle el milagro de tener un hijo a la edad de 90
años, le cambió el nombre por “Sara”. En hebreo el nombre Sara se usa para
designar a una mujer de alto rango y, a veces es traducido como
"princesa" o “gobernadora”.
Sara
poseía un carácter fuerte, era dominante y sabía hacer sentir su autoridad y
señorío. Si analizamos su vida podemos darnos cuenta de que tuvo dos facetas:
era una mujer hogareña, gobernaba muy bien a sus criadas y su casa, pero tenía
muy claro que Abraham era la cabeza del hogar y, a él le debía respeto como
tal. Sara en eso no se perdió: estuvo al lado de su marido a pesar de todo el
trabajo que pasaron juntos.
No
obstante, por otro lado, Sara por su propia voluntad le entrega su esclava Agar
a Abraham para procrear descendencia porque según las leyes mesopotámicas, una mujer estéril podía
ceder su esclava al marido y, si tenía descendencia, reconocer al hijo como
suyo. Pero
Sara no contaba con que Agar la menospreciaría por haber concebido. Entonces he
aquí que Sara, al no poder hacer nada sin el consentimiento de su marido, le
pide a éste que resuelva la situación. Abraham le dice: “He aquí tu sierva está
en tu mano, haz con ella como bien te parezca”.
Sara
llegó a oprimir a Agar: pasó de tratarla como a una amiga a ser su enemiga. Sara echó de casa a su esclava, pero
Dios la hace volver y le dice: “El hijo de Agar será Ismael, que no es el
escogido, pero sí será el antepasado de los árabes del desierto, el fundador de
otro gran pueblo (los ismaelitas)”.
Sin
embargo, esto nos enseña algo muy importante: incluso los más grandes líderes comenten
errores, y gracias a Dios, este error no fue tomado en cuenta, pues de lo
contrario Sara hubiese estorbado los planes de nuestro Señor. Esto a su vez nos
muestra que los planes de Dios son irrevocables.
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