Mateo 24:12 “En los postreros tiempos el amor de muchos se enfriará”.
A quien no le gusta tomar un vaso de refresco bien frio en un día caluroso. Sin duda existen muchas cosas que se disfrutan bien frías.
El amor no es una de esas cosas que se disfrutan en un estado frio.
La
historia de la iglesia nos muestra facetas en las cuales ha pasado del
enfriamiento al avivamiento y viceversa, sencillamente porque la
naturaleza humana se deja influir más por lo que está de moda que por lo
que tiene valor eterno.
Cuando el amor se enfría se pierde el deseo de querer estar con la persona que antes nos deleitaba con su presencia.
Cuando el amor se enfría se busca en otra persona lo que creemos que nos hace falta.
Cuando el amor se enfría, ya no nos interesa escuchar lo que el otro dice.
Cuando el amor se enfría somos lanzados a la infidelidad y la ruptura de los lazos que antes nos unían con quien antes amábamos.
La indiferencia es uno de los factores que nos vuelven fríos hacia quien nos ama.
Las distracciones desvían nuestra atención de quien en realidad nos ama.
Cuando el amor se enfría buscamos aventuras, que nos hunden más y más en la soledad y el vacío se profundiza.
Cuando el amor se enfría, nos volvemos exigentes para recibir pero egoístas para dar.
Cuando el amor se enfría la separación se acerca vertiginosamente.
Cuando
nuestro amor por Aquel que nos amó primero, se enfría en nosotros, nos
encaminamos al divorcio espiritual que nos expone a una pérdida total y
eterna.
¡Que en nuestro corazón arda continuamente el amor apasionado que no nos permita caer en el enfriamiento!
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