sábado, 5 de mayo de 2018

El Juzgar a los demás




Versículo clave:
“El criterio que usen para juzgar a otros es el criterio con el que se les juzgará a ustedes.” Mateo 7:3


 A nadie nos gusta enterarnos que alguien ha estado hablando mal de nosotros, probablemente una de las acciones que más nos molestan es que nos juzguen sin conocernos o tengan una opinión equivocada de nuestras intenciones o motivaciones. ¿Has experimentado esto alguna vez? ¡No se siente nada bien! Sin embargo la reacción que muchas veces tenemos contra quien nos critica ¡es criticarlo! Y ¿qué hay de las ocasiones en las que somos nosotros quienes hablamos mal de otras personas? Solemos pensar que somos tan buenas personas que no merecemos ser juzgados y tan rectos que sí podemos juzgar a los demás, pero esta actitud no es más que una señal de que tenemos orgullo y soberbia creciendo en nuestro corazón. Recuerdo hace muchos años cuando recién asistía a un grupo de jóvenes en la iglesia que el tema de la predicación fue “la murmuración y el chisme”, esa noche después de la reunión nos fuimos a cenar mis amigos y yo y ¡batallamos para encontrar un tema de conversación! Estábamos tan acostumbrados a juzgar a otros que eso ocupaba gran parte de nuestras conversaciones, ¡qué mal se ve un hijo del Juez Justo del universo queriendo tomar un lugar que no le corresponde a él sino a su padre! Porque por más sabios que nos consideremos nunca podremos asegurar que conocemos todas las intenciones, motivaciones y meditaciones que hay en el corazón y mente de las demás personas. ¿Qué tanto juzgas a los demás?

 Estableciendo la medida
“No juzguen a los demás, para que Dios no los juzgue a ustedes. Porque se les juzgará de la misma manera que ustedes juzguen a los demás. Con la misma medida que ustedes midan a los demás, Dios los medirá a ustedes”. Hemos estado leyendo y estudiando los capítulos 5 al 7 del Evangelio de Mateo que relata el primer mensaje público de Jesucristo, en la porción de nuestra lectura de hoy Jesús hace énfasis en el “no juzgar a los demás”, la Real Academia Española define juzgar como deliberar acerca de la culpabilidad de alguien o formar una opinión sobre algo o alguien. Imagina que vas caminando por la calle y de pronto encuentras en la esquina a un par de automóviles que tuvieron un accidente, alcanzas a escuchar a los dos conductores discutiendo con el oficial de tránsito sobre quién fue el culpable pues los dos aseguran ser inocentes, aunque tú no presenciaste cómo sucedió el oficial que está tratando de encontrar al culpable te voltea a ver  y te pide tu opinión sobre quién crees que tenga la razón, ¿qué responderías? Seguramente le harías algunas preguntas a cada conductor para escuchar su versión, verías los autos y la inclinación de las llantas y al final emitirías una opinión pero sin embargo seguiría siendo eso, ¡una opinión! Pues la certeza de cómo sucedió verdaderamente el accidente la tendrían solamente quienes participaron en Él. ¡Precisamente de esto se trata el juzgar a los demás! Aunque no conocemos el corazón de las personas ni sus verdaderas intenciones nos dejamos influenciar fácilmente por lo que otros opinan para hacernos un concepto equivocado de alguna persona y para unirnos al grupo que la está criticando y señalando. ¡Cuántas personas de las que hoy no tenemos un buen concepto si las conociéramos nos daríamos cuenta de que estábamos equivocados! La Biblia enseña que con la misma medida con la que nosotros midamos a otros ¡se nos medirá a nosotros! La misma dureza y falta de misericordia que sembremos en señalar las faltas ajenas y en divulgarlas será la que recibiremos de los demás el día en que nosotros fallemos.

 ¡Empieza por tu corazón!
“¿Y por qué te preocupas por la astilla en el ojo de tu amigo, cuando tú tienes un tronco en el tuyo? ¿Cómo puedes pensar en decirle a tu amigo: “Déjame ayudarte a sacar la astilla de tu ojo”, cuando tú no puedes ver más allá del tronco que está en tu propio ojo?”. La verdad de las cosas es que muchas de las veces que juzgamos a los demás en realidad no es porque haya un problema en ellos sino porque los estamos viendo a través de nuestro corazón herido, codicioso o envidioso. La próxima vez que veas algo que te moleste en la vida de otra persona haz una pausa y pregúntate: ¿cuál es la razón que me hace enojarme y criticar lo que aquella persona hace? Porque cuando criticamos al que se nos atraviesa en una línea de espera una parte de nosotros piensa que eso esta mal pero otra piensa: ¡cómo no se me ocurrió hacerlo a mí primero! Nos gusta señalar las áreas débiles de las otras personas en las que nosotros somos fuertes pero nos cuidamos de que nuestras flaquezas queden protegidas, ¡quien actúa así está cultivando la hipocresía en su corazón! Pues está fingiendo tener una rectitud y santidad que en realidad ¡no tiene! Pues aunque su corazón no se ensucia con el mismo pecado que el de aquel al que critica, de todos modos se ensucia con otro que tiene oculto y con el de la soberbia que lo hace creerse superior o “más digno” que su prójimo. Antes de buscar el error, el pecado o la falta en el corazón de enfrente, ¡empecemos por analizar el nuestro a la luz de la Palabra de Dios! Más importante que opinar lo que piensas de otros es que investigues ¡qué opina Dios de ti y de los pecados que llevas ocultos en tu corazón! Porque si yo que cojeo quiero levantar al caído terminaremos los dos en el suelo.

 “No desperdicies lo que es santo en gente que no es santa. ¡No arrojes tus perlas a los cerdos! Pisotearán las perlas y luego se darán vuelta y te atacarán”. Hace unos años escuché a un predicador platicar que en los tiempos de Jesús utilizar perlas como parte de los adornos personales era común, en ocasiones quienes cuidaban a los puercos podían dejar caer por accidente sus perlas entre los puercos las cuales cubiertas de lodo se confundían entre las algarrobas con las que los alimentaban. Cuando un puerco masticaba una perla y se lastimaba podía volverse contra quien lo alimentaba y atacarlo. Algunas personas creen que la verdad que han conocido en la Palabra de Dios y les ha traído libertad debe ser usada para “hacer entender” a los demás el error en el que viven y la vida de pecado que llevan sin embargo, ¡no es trabajo de nosotros cambiar a las personas! Eso solamente lo puede hacer el Espíritu Santo. No hemos sido llamados a condenar, acusar, juzgar ni criticar a otros sino ¡todo lo contrario! El amor, la misericordia, el perdón y la nueva oportunidad que recibimos por la gracia de Dios ¡debemos darlo también por gracia a quienes nos rodean! No todas las personas están listas para escuchar el Evangelio y tomar decisiones, si intentas obligarlos a que se acerquen a Dios en tus maneras y en tus tiempos ¡causarás que cierren su corazón e incluso se vuelvan contra ti! Ora por quienes se resisten a escuchar la Palabra de Dios para que sea el Señor quien despierte su corazón y su interés en la vida recta y ejemplar que tienes para que se acerquen a conocerle a través de ti. Toma la decisión el día de hoy de no participar en conversaciones de críticas, chismes ni murmuraciones contra los demás, en esa reunión ¡no está el Señor! Antes de juzgar a otro necesitas recordar que: primero tú no conoces la historia completa ni las motivaciones reales detrás de cada acción y; segundo con la medida con la que juzgues serás juzgado por Dios mismo de acuerdo a las palabras de Jesús en nuestra lectura de hoy. ¿Queremos ser usados por el Señor para cambiar la vida de quienes nos rodean? Empecemos por analizar nuestro corazón, por vivir de manera íntegra, recta y ejemplar, sembremos amor, misericordia y verdad a cada lugar que vayamos, seamos los primeros en escuchar y los últimos en opinar, estemos listos para amar a los rechazados, para escuchar a los criticados y para perdonar a quienes nos critican. ¡Vivamos como hijos de Dios! Que toda mentira, chisme y crítica que llegue a nuestros oídos ¡no se siga divulgando más! sino que se tope con la verdad de Dios y su amor en nuestro corazón y termine allí mismo de seguir expandiéndose más y más.

 Pídele perdón a Dios por las ocasiones que has criticado, juzgado y participado en chismes sobre otras personas. Pídele que te dé amor por quienes te critican y que te enseñe a sembrar gracia y misericordia para que sea estas las que coseches el día en que tus faltas salgan a la luz.
Dale gracias a Dios porque en lugar de divulgar tus pecados Él ha escogido perdonarte, lavarte y darte una oportunidad nueva más cada día.

¡Dios te bendiga!


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