Un lugar dedicado a las mujeres con temas que nos interesan. Es importante recordar que toda persona tendrá algún problema. Pero más importante aun es saber que para cada problema nuestro DIOS tiene el remedio.
sábado, 5 de mayo de 2018
Amando a quienes no nos aman
Versículo clave:
“Pero yo digo: ¡ama a tus enemigos! ¡Ora por los que te persiguen!.” Mateo 5:44
¿Ama Dios a las malas personas? Piénsalo un poco, ¿ama a los asesinos, los violadores o los pedófilos?, ¿ama también a los nazis que aún sobreviven y fueron parte del holocausto contra su pueblo? Y ¿qué hay de aquellos que nos han dañado a ti y a mí?, ¿ama a quienes han abusado de nuestra confianza, quienes nos han robado, mentido o difamado? Para contestar estas preguntas necesitaríamos contestar primero una más grande e importante: ¿puede Dios “no amar” a alguien? La Biblia como lo hemos mencionado en muchas ocasiones anteriores es el corazón de Dios impreso esperando por ser revelado a aquellos que lo buscan con perseverencia y fe. El apóstol Juan en el capítulo 4 de su primera carta registrada en las Escrituras nos enseña lo siguiente de la esencia de nuestro Señor: “Todo el que ama es un hijo de Dios y conoce a Dios; pero el que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor“. ¿Notaste esa última declaración que hacen la Biblia sobre nuestro Salvador? Él es amor, no dice que “sienta” o “tenga” amor, sino que Dios ES AMOR. ¡Dios no puede dejar de amar porque dejaría de existir! Es su amor el que está detrás de todo el plan de salvación que llevó a su único hijo Jesucristo a morir en una cruz por nosotros, es su amor el que alcanzó a Moisés el asesino, Abraham el desconfiado, David el adúltero y Jacob el engañador, su amor fue el que salvó a aquel ladrón crucificado a su lado sin importar todo lo que había hecho para merecer esa muerte, bastó un instante de fe y un corazón pidiendo ser rescatado ¡para que la salvación y el amor de Jesucristo llegaran a todos estos hombres! Jesús no está esperando a que hagas algo para Él empezarte a amar, ¡Él siempre te ha amado! ¡Siempre ha estado al pendiente de todo lo que sucede en tu vida! Sabe qué día naciste, en qué hospital y cómo se llama el doctor que te recibió, sabe cuántos lunares tienes, a qué edad perdiste tu primer diente, cuál es tu mayor miedo, el dolor más intenso que has experimentado y el sueño más grande que albergas en tu corazón. ¡Él siempre ha amado todo de ti! ¿Cuánto de este amor hemos aceptado y cuánto de este amor estamos compartiendo a los demás? ¿Estamos restringiendo su amor a quienes no nos aman?
Nuestros Enemigos
“Han oído la ley que dice: “Ama a tu prójimo” y odia a tu enemigo. Pero yo digo: ¡ama a tus enemigos! ¡Ora por los que te persiguen!“. Cuando escogemos vivir obedeciendo ciertas leyes y percibimos que alguien más las está violando sin recibir un castigo solemos exclamar ¡qué injusto! En los tiempos de Jesús lo que la ley determinaba como “justo” era amar al prójimo y odiar al enemigo pero Jesucristo no estaba de acuerdo con esta ley, ¿por qué? ¡Porque no reflejaba al corazón de su Padre de amor! Así que como en muchas otras secciones de su primer sermón público una vez más el Hijo de Dios le dio un giro a la lógica humana para crear una nueva posiblidad: ¿qué tal si mejor amamos a nuestros enemigos y oramos por quienes nos quieren hacer un mal? ¡Esto sonaba muy injusto! ¿Pero qué no era Dios mismo quien originalmente había creado la ley de Moisés que ellos celosamente guardaban? Si alguien podía entender el espíritu original de esa ley y el motivo original del corazón detrás de esas ordenanzas ¡era Jesucristo el hijo de Dios! Y si alguien podía cambiar esas leyes era precisamente Él que las había creado. Hagamos un alto y pensemos por unos minutos ¿son mis enemigos los mismos enemigos de Dios o bien son sus enemigos los mismos que los míos? Porque mientras los nuestros son personas que nos han hecho o quieren hacer algún mal los de Él son los pecados que nos quieren apartar de Él. ¡Nuestros enfoques no coinciden! Necesitamos entender que aquellos que consideramos “nuestros enemigos” ¡no tienen ninguna posibilidad de hacernos mal si Dios no se los permite! Es decir, si viviéramos continuamente bajo la protección de Dios y con la certeza de que Él cuida de nosotros probablemente ¡se reduciría considerablemente nuestra lista de enemigos! Pero ¿y qué hay de sus enemigos que nosotros sí aceptamos en nuestra vida? ¿Cómo nos va en nuestro trato con el rencor, la falta de perdón, la lujuría e inmoralidad, la mentira, el orgullo y la corrupción? ¿Los odiamos tanto como hemos llegado a odiar a otras personas? ¿Tenemos planes detallados para eliminarlos por completo de nuestra vida así como hemos prácticamente borrado a quienes nos han dañado en el pasado? Lo vuelvo a repetir, nuestro enfoque y el de Dios ¡pareciera que no coinciden!
Hijos de Dios
“De esa manera, estarás actuando como verdadero hijo de tu Padre que está en el cielo. Pues él da la luz de su sol tanto a los malos como a los buenos y envía la lluvia sobre los justos y los injustos por igual“. El título de “Hijos de Dios” no es solamente un bonito sobrenombre que usamos los que seguimos a Jesús sino que es una responsabilidad y compromiso que cargamos a todo lugar al que vamos. ¿Por qué hizo tanto hincapié Jesús en amar a quienes nos nos aman? Porque al hacerlo sabía que comenzaríamos a entender el corazón de Dios pues ¿qué no es eso lo que hace el Señor cada mañana que hace salir el sol sobre justos e injustos? ¿no fue precisamente amar a quienes no lo amaban lo que hizo Jesus cuando murió en la cruz? ¿Hemos olvidado que fue su persistente amor el que nos vino a buscar cuando vivíamos como si fuéramos enemigos de Él y nos sedujo y cautivó hasta que fuimos atraídos hacia Él? ¡Amar a nuestros enemigos es una invitación a amar de la misma manera en que nuestro Señor ama! ¡Es una invitación a comportarnos como Él, desarrollar su misericordia, gracia y llegar a tener el corazón que Él tiene! El Sermón del Monte es una constante exhortación a que dejemos de ver la vida con nuestros ojos humanos y egoístas y comencemos a verla desde la perspectiva amorosa y misericordiosa de nuestro Salvador, es un llamado a romper con nuestro duro corazón y nuestros severos razonamientos humanos y abrirle la puerta al corazón amante y perdonador de nuestro Dios. ¡Aceptemos la invitación que estamos recibiendo de parecernos más a Jesucristo!
“Si solo amas a quienes te aman, ¿qué recompensa hay por eso? Hasta los corruptos cobradores de impuestos hacen lo mismo. Si eres amable solo con tus amigos, ¿en qué te diferencias de cualquier otro? Hasta los paganos hacen lo mismo“. Un hijo de Dios no puede pasar desapercibido, ¡se nota claramente cuando un portador del amor y la gracia de Dios está presente en una escuela, familia, empresa o multitud! Porque si vivimos la vida replicando el comportamiento de aquellos que no le conocen, ¿por qué creemos que estamos viviendo como cristianos? ¡Estamos simplemente dejándonos llevar por la corriente de este mundo! Los cristianos estamos llamados a ser la excepción a todas las reglas y razonamientos egoístas y egocéntricos que tienen quienes no conocen a Dios. ¡Seamos los primeros en amar a quien nadie ama! Perdonemos tan rápido a nuestro agresor que sea confrontado por su propia maldad y retado ante un amor inmerecido, ayudemos a quien nos maltrata, pidamos por la salvacíon de quienes nos odian, sirvamos a quienes nos humillan y demos nuestra vida por quienes nos rechazan porque ¡esto fue lo que hizo Jesucristo cada instante que caminó entre nosotros aquí en la tierra! No hay maldad humana que pueda resistirse al amor puro y perfecto de nuestro Dios. ¡Quitemos nuestra mirada de las malas acciones de las personas a nuestro alrededor! ¡No hemos sido llamados a cultivar enemigos sino a ganarnos su corazón con el amor de Dios para que ellos también le conozcan! Nuestra mirada debe estar puesta en la gracia de nuestro Salvador, en el plan de restauración y vida eterna que tiene para todas las personas, ya sea que las consideremos buenas, malas o perversas ¡Dios no quiere que ninguna se pierda y al morir pase una eternidad de dolor y sufrimiento lejos de Él! Y si Él no lo quiere, ¡nosotros tampoco lo podemos querer! Unámonos a su plan de salvación, dejemos que su corazón sea formado en el nuestro, muramos a nuestros “yo” e ignoremos nuestro deseo egoísta de “justicia” humana, demos lugar a la justicia de Dios, vivamos como sus Hijos, siendo reflejos de su carácter y una extensión de su corazón. Porque esto fue precisamente lo que Jesucristo nos pide en la lectura del día de hoy: “Pero tú debes ser perfecto, así como tu Padre en el cielo es perfecto“.
Dale gracias a Dios por su amor tan grande con el que te alcanzó, te sedujo a creer en Él y te ama el día de hoy a pesar de las veces en que pecas contra Él.
Pídele a Dios que te muestre aquellas personas a quienes has escogido no amar e incluso tratas como si fueran tus enemigos. ¡Pídele perdón por no amar como Él te ha amado! Y pídele amor por aquellos que te hacen el mal para que con tu ejemplo le conozcan.
¿Son tus enemigos los mismos enemigos de Dios? Si no es así, cambia de enfoque, cambia tu plan y tu estrategia y trata a los enemigos de Dios como enemigos tuyos.
¡Dios te bendiga!
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