Versículo clave:
“Pero sea su hablar: Sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal procede.” Mateo 5:37
Hace algunos años tras ir saliendo de
una reunión de los jóvenes que nos juntábamos todos los viernes en la
iglesia recibí una llamada a mi celular de parte de una amiga mía. Me
contó que su hermano acababa de chocar su automóvil que le había costado
muchos años de ahorros y esfuerzo y como él no tenía licencia de
manejar el seguro no le cubriría el gasto. El accidente había sido cerca
de donde estaba así que llegué pronto con ella y algunos otros de los
jóvenes ya habían llegado, recuerdo que me dijo: “David, me recomiendan
que diga que yo iba manejando porque yo sí tengo licencia y así el
seguro sí me dará la cobertura, ¿qué debo hacer?” Lo único que se me
ocurrió contestarle fue: “Di la verdad, eso es lo correcto”. El auto fue
pérdida total y el seguro solamente le cubrió la deuda que tenía con la
afianzadora pero ella ¡se quedó sin auto ni dinero para comprar uno
nuevo! Ojalá hablar con la verdad siempre fuera sencillo y nos diera los
mejores resultados al instante pero lo cierto es que muchas veces no
cosechamos los frutos de nuestra integridad hasta varios años después.
Hoy ella está casada con un hombre que la ama y Dios los ha prosperado
lo suficiente como para que tengan una vida mucho más abundante de lo
que ella alguna vez pensó. ¡Dios honró su fidelidad! Aunque no fue ni en
el tiempo ni en la manera en que ella hubiera esperado si hoy
platicaras con ella te aseguro que te diría que el Señor siempre ha sido
fiel con ella y que no se arrepiente de haber escogido honrarlo
hablando con la verdad en esa y otras ocasiones. ¡Cada vez cuesta más
caro hablar con la verdad en todo momento, con toda persona y en todo
lugar! La sociedad nos tienta una y otra vez para que ocultemos “un poco
de verdad” y accedamos así a recursos, posiciones y estatus que no
tendríamos si escogiéramos hacer las cosas de manera correcta, o al
menos esa es la idea que nos quiere vender el enemigo. Lo cierto es que
Jesús se proclamó así mismo en el capítulo 14 del Evangelio de Juan como
LA VERDAD, por lo que al darle la espalda a la verdad se la estamos
dando a nuestro salvador. ¡Escoge siempre la verdad sin importar el
precio que tengas que pagar! Escoge corresponder al amor y a la
fidelidad de tu Señor.
Quien habla con la verdad no necesita juramentos
“También han oído que a nuestros antepasados se les dijo: “No rompas tus juramentos; debes cumplir con los juramentos que le haces al Señor”. Pero yo digo: ¡no hagas juramentos!”. La Real Academia Española define un juramento como: “afirmar o negar algo poniendo por testigo a Dios, o en sí mismo o en sus criaturas”. En los tiempos de la Biblia de acuerdo al capítulo 6 del libro de Hebreos para poner fin a toda controversia las personas solían jurar por uno mayor que ellos, ¿por qué hacían esto? Porque su palabra no era suficiente, la reputación detrás de las personas era y sigue siendo que bajo un cierto nivel de presión todos mienten consciente o inconscientemente, parcial o totalmente. Así que la gente “garantizaba” que lo que decían era verdad jurando por Dios, por el Cielo, por la tierra, por Jerusalén o por su propia vida. Fue en este contexto que Jesús durante la enseñanza de su primer sermón declaró lo que leemos en la lectura del día de hoy: ¡no hagan más juramentos! ¡Dejen de tratar de recuperar su reputación afectada por sus mentiras usando el nombre de Dios, el Cielo o cualquier otra cosa que Él creó! Pues al decir que somos sus hijos pero vivir de manera deshonesta y con engaños ¡estamos dañando también la imagen que la gente tiene de Él! Más veces de las que quisiera he escuchado a gente decir: ¿y para qué quiero ser cristiano si él o ella que lo son viven igual o peor que yo? Jesús estaba haciéndonos un llamado a recuperar nuestra reputación, a dejar de mentir y manipular la verdad a nuestra conveniencia y comenzar a ser íntegros de modo que lo que decimos que somos (hijos de Dios) corresponda con la manera con la que vivimos y con las decisiones que tomamos cada día tanto en público como en privado.
“También han oído que a nuestros antepasados se les dijo: “No rompas tus juramentos; debes cumplir con los juramentos que le haces al Señor”. Pero yo digo: ¡no hagas juramentos!”. La Real Academia Española define un juramento como: “afirmar o negar algo poniendo por testigo a Dios, o en sí mismo o en sus criaturas”. En los tiempos de la Biblia de acuerdo al capítulo 6 del libro de Hebreos para poner fin a toda controversia las personas solían jurar por uno mayor que ellos, ¿por qué hacían esto? Porque su palabra no era suficiente, la reputación detrás de las personas era y sigue siendo que bajo un cierto nivel de presión todos mienten consciente o inconscientemente, parcial o totalmente. Así que la gente “garantizaba” que lo que decían era verdad jurando por Dios, por el Cielo, por la tierra, por Jerusalén o por su propia vida. Fue en este contexto que Jesús durante la enseñanza de su primer sermón declaró lo que leemos en la lectura del día de hoy: ¡no hagan más juramentos! ¡Dejen de tratar de recuperar su reputación afectada por sus mentiras usando el nombre de Dios, el Cielo o cualquier otra cosa que Él creó! Pues al decir que somos sus hijos pero vivir de manera deshonesta y con engaños ¡estamos dañando también la imagen que la gente tiene de Él! Más veces de las que quisiera he escuchado a gente decir: ¿y para qué quiero ser cristiano si él o ella que lo son viven igual o peor que yo? Jesús estaba haciéndonos un llamado a recuperar nuestra reputación, a dejar de mentir y manipular la verdad a nuestra conveniencia y comenzar a ser íntegros de modo que lo que decimos que somos (hijos de Dios) corresponda con la manera con la que vivimos y con las decisiones que tomamos cada día tanto en público como en privado.
Quien habla con la verdad es digno de confianza
Tras mencionar que no debemos hacer juramentos Jesús dice qué es lo que sí debemos hacer: “Simplemente di: “Sí, lo haré” o “No, no lo haré”. Cualquier otra cosa proviene del maligno“. Muchas veces he escuchado a cristianos expresar con asombro y desilusión que sienten que Dios no los usa o no respalda lo que hacen aún y cuando muchas veces lo que hacen es “para Él y su iglesia”. Las preguntas que en verdad deberían hacerse son: ¿soy digno de la confianza de Dios?, ¿soy un hombre o una mujer en quien el Señor puede depositar su poder para hacer exactamente lo que Él quiere sin agregarle nada de “mi cosecha”?, ¿soy capaz de dar un mensaje de parte del Señor sin alterarlo, ajustarlo o “corregirlo” a mi conveniencia e interés? Jesús fue claro al decir que quien no puede hablar con un “Sí” o un “No” y en cambio justifica sus palabras y las oculta en complejas explicaciones es porque ha abierto la puerta al enemigo de modo que siendo la verdad algo simple de decir la disuelve en interminables pretextos y argumentos. El apóstol Juan en su primera carta que escribió y que se encuentra registrada cerca del final de la Biblia menciona algunas acciones que al cometerlas le estamos dando la espalda la verdad y por lo tanto dejamos de ser dignos de confianza: Cuando decimos que no pecamos generalmente escondido tras frases como: “yo no le hago mal a nadie” (1a Juan 1:10), cuando decimos que conocemos a Dios pero no obedecemos sus mandamientos (1a Juan 2:4), cuando negamos que Jesús es el hijo de Dios con nuestras palabras o estilo de vida (1a Juan 2:22), cuando decimos que amamos a Dios pero aborrecemos a nuestro prójimo (1a Juan 4:20) y cuando no le creemos a Dios lo que nos ha prometido. (1a Juan 5:10) Pareciera que hubiéramos olvidado que si hay alguien digno de confianza es nuestro Señor, quien nunca miente ni engaña, no hay orgullo ni deseos de manipulación en su corazón, no oculta la verdad ni hace promesas que no cumplirá. El capítulo 23 del libro de Números lo capta muy bien: “Dios no es hombre, para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta. El dijo, ¿y no hará? Habló, ¿y no lo ejecutará?“.
Tras mencionar que no debemos hacer juramentos Jesús dice qué es lo que sí debemos hacer: “Simplemente di: “Sí, lo haré” o “No, no lo haré”. Cualquier otra cosa proviene del maligno“. Muchas veces he escuchado a cristianos expresar con asombro y desilusión que sienten que Dios no los usa o no respalda lo que hacen aún y cuando muchas veces lo que hacen es “para Él y su iglesia”. Las preguntas que en verdad deberían hacerse son: ¿soy digno de la confianza de Dios?, ¿soy un hombre o una mujer en quien el Señor puede depositar su poder para hacer exactamente lo que Él quiere sin agregarle nada de “mi cosecha”?, ¿soy capaz de dar un mensaje de parte del Señor sin alterarlo, ajustarlo o “corregirlo” a mi conveniencia e interés? Jesús fue claro al decir que quien no puede hablar con un “Sí” o un “No” y en cambio justifica sus palabras y las oculta en complejas explicaciones es porque ha abierto la puerta al enemigo de modo que siendo la verdad algo simple de decir la disuelve en interminables pretextos y argumentos. El apóstol Juan en su primera carta que escribió y que se encuentra registrada cerca del final de la Biblia menciona algunas acciones que al cometerlas le estamos dando la espalda la verdad y por lo tanto dejamos de ser dignos de confianza: Cuando decimos que no pecamos generalmente escondido tras frases como: “yo no le hago mal a nadie” (1a Juan 1:10), cuando decimos que conocemos a Dios pero no obedecemos sus mandamientos (1a Juan 2:4), cuando negamos que Jesús es el hijo de Dios con nuestras palabras o estilo de vida (1a Juan 2:22), cuando decimos que amamos a Dios pero aborrecemos a nuestro prójimo (1a Juan 4:20) y cuando no le creemos a Dios lo que nos ha prometido. (1a Juan 5:10) Pareciera que hubiéramos olvidado que si hay alguien digno de confianza es nuestro Señor, quien nunca miente ni engaña, no hay orgullo ni deseos de manipulación en su corazón, no oculta la verdad ni hace promesas que no cumplirá. El capítulo 23 del libro de Números lo capta muy bien: “Dios no es hombre, para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta. El dijo, ¿y no hará? Habló, ¿y no lo ejecutará?“.
Dios a través del apósotl Pablo en el capítulo 4 de su carta a los Efesios nos enseña lo siguiente: “Por lo cual, desechando la mentira, haben la verdad cada uno con su prójimo“,
¡Es un mandato hablar con la verdad! Es una instrucción que debemos
seguir y obedecer sin importar el precio que tengamos que pagar, porque
es un hecho que hablar con la verdad cada vez es más caro que hablar con
mentiras y engaños. Pablo mencionó que una de las razones por las que
debemos hablar con la verdad es porque somos miembros los unos de los
otros por lo cual al mentirle a personas que aman a Dios ¡es como si te
mintieras a ti mismo! Y además al mentirle a quien pertenece al cuerpo
de Dios ¡también le estas mintiendo a Él! Hace uns meses me tocó
escuchar una conferencia de Josh McDowell, un reconocido autor de libros
y ávido defensor de la verdad de Dios, uno de sus libros titulado: “Es
bueno o es malo” fue de gran influencia en mí vida cuando tuve
oportunidad de leerlo, McDowell mencionaba que muchas veces escogemos
mentir porque al hacerlo postergamos el castigo, en mi trabajo a este
tipo de actitudes le llaman: “patear el bote” haciendo referencia a
alguien que va caminando y en lugar de recoger un bote que encuentra
tirado lo va pateando mientras camina, lo que no hemos entendido es que
postergar la confrontación de nuestra mentira y seguir ocultando la
verdad lo único que hace es agravar las consecuencias. Porque para
ocultar una mentira necesitamos de otra y otra y otra más de modo que
cada vez es más difícil revelar la verdad y cuando finalmente lo hacemos
nuestra reputación y credibilidad ha caído por los suelos. ¡No
llegaríamos hasta ese momento si escogiéramos siempre hablar con la
verdad y siguiéramos la instrucción de Jesús de hacer que nuestros “Sí” y
“No” no pierdan su validez! Paguemos el precio que requiere la verdad,
vivamos de manera íntegra e irreprensible para que la gente al
conocernos tenga una experiencia con la honestidad y rectitud de
Jesucristo impregnada en nuestro modo de comportarnos. ¡Los hijos de
Dios deberíamos ser las personas más confiables sobre la faz de la
tierra! Desechemos la mentira, cerrémosle la puerta y depositemos
nuestra confianza y esperanza total en que si vivimos de manera recta y
limpia cosecharemos del Señor bendición, paz, abundancia y seremos
dignos de su confianza.
Pídele al Espíritu Santo que te muestre qué tanto has dejado que la
mentira tome el control de tu estilo de vida, tus palabras y tus
decisiones. ¡Pídele perdón al Señor por poner tu confianza en tus
mecanismos de engaño por encima de en su Palabra y sus promesas! Todos
hemos pecado mintiendo, llénate de la verdad de su Palabra para que
comiences a sustituir las mentiras del enemigo en tu mente por las
promesas del Señor.
Si has mentido recientemente o hay engaños que llevas por años en el corazón hoy es el día de frenar la mentira. Ponte a cuentas con Dios y luego vé y confiesa la mentira y engaño que has mantenido por tanto tiempo, pide perdón, da el primer paso para recuperar tu integridad y decídete a vivir de manera ejemplar como lo debe hacer un verdadero hijo de Dios.
Si has mentido recientemente o hay engaños que llevas por años en el corazón hoy es el día de frenar la mentira. Ponte a cuentas con Dios y luego vé y confiesa la mentira y engaño que has mantenido por tanto tiempo, pide perdón, da el primer paso para recuperar tu integridad y decídete a vivir de manera ejemplar como lo debe hacer un verdadero hijo de Dios.
¡Dios te bendiga!
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