martes, 8 de mayo de 2018

No permitas que el enojo te aleje de Dios


Versículo clave:
“Pero yo digo: aun si te enojas con alguien, ¡quedarás sujeto a juicio!.” Mateo 5:22



Más de una vez las cosas no sucederán como quisiéramos. ¿Alguna vez te ha tocad pasar por temporadas en tu vida donde pareciera que los problemas se pusieran de acuerdo para venir a visitarte todos juntos? Apenas vas saliendo de uno ¡y ya hay otro esperándote en otra área de tu vida! ¿Cómo reaccionamos ante estas situaciones? La respuesta inicial es variada, algunos con paciencia, otros se deprimen, otros se confunden pero la gran mayoría de nosotros si la adversidad dura más del tiempo que nuestras fuerzas y paciencia nos da solemos experimentar el enojo. Una sensación de: “¡no es justo!” seguido por un clamor de “¡que ya termine esto!” suelen llegar a nuestra mente y corazón. El enojo puede llegar también como resultado del maltrato de alguien más o por alguna experiencia que nos causa indignación. ¿Es malo enojarse? Para contestar esta pregunta hagámonos una más: ¿se enoja Dios? La respuesta es: sí se enoja Dios y en la Biblia podemos encontrar diferentes momentos en los que expresa su molestia e indignación, el enojo es una emoción que todos experimentaremos, sentir enojo no es el problema pero dejarnos controlar por él sí lo es, Dios a través del apóstol Pablo en el capítulo 4 de su carta a los Efesios lo dice así de claro: “el enojo da lugar al diablo”. ¿Estallas en ira fácilmente?, ¿sueles dejarte controlar por el enojo? ¡Ten cuidado! Perder el control al llenarte de ira significa que le diste el control a alguien más y generalmente es a un deseo de venganza, justicia propia o anhelo de castigar a algo o alguien y detrás de todas estas acciones no está Dios sino el enemigo apoderándose de tu mente y emociones llevándote a tomar decisiones que más pronto de lo que crees lamentarás.

Cuando nuestro enojo se convierte en odio
“Han oído que a nuestros antepasados se les dijo: “No asesines. Si cometes asesinato quedarás sujeto a juicio”. Pero yo digo: aun si te enojas con alguien, ¡quedarás sujeto a juicio!”.” En nuestra lectura del día de hoy seguimos avanzando en el Sermón del Monte que enseñó Jesús al inicio de su ministerio. La siguiente área de nuestro corazón que apunta con sus enseñanzas es la de aprender a lidiar con nuestro enojo. Como introducción a este tema lo primero que hace es comparar el efecto del enojo ¡como el que tiene un asesinato! Cada vez que nos topamos con una enseñanza de Jesús o con una porción de la Biblia que nos confronta debemos saber que Él siempre está apuntando al corazón de las personas, para nosotros lo que sucede en el exterior suele ser lo más importante de modo que hasta consideramos que algunos pecados son “menos malos” que otros pero para nuestro Señor todo pecado ¡es igual de grave! Y lo que hay detrás de cada uno de nuestros pecados es lo que más le interesa: nuestro corazón. ¿Cómo llega alguien a cometer un asesinato premeditado? Tras mucho tiempo de odiar lo suficiente a quien quiere matar y ¿cómo inició este odio? Con un desacuerdo o injusticia no resuelta que abrieron la puerta al enojo y la ira, éstos puestos en manos del diablo y dirigidos por una persona que no conoce la gracia, el perdón ni la restauración que Dios ofrece terminan en eventos lamentables que ya no tienen marcha atrás. Jesucristo nos está enseñando que abrir la puerta al enojo ¡siempre nos va a llevar más lejos de lo que quisiéramos y terminaremos haciendo un mal más grande del que esperábamos! Lo que nosotros creemos que es un “simple enojo” puede llevarnos a cometer delitos, lo que creemos que es un insulto nos prepara para odiar a alguien más, y cuando nos permitimos maldecir con odio a alguien más estamos listos para que el enemigo tome control de nuestra vida.

¡Detén tu enojo pronto!
“Cuando vayas camino al juicio con tu adversario, resuelvan rápidamente las diferencias. De no ser así, el que te acusa podría entregarte al juez, quien te entregará a un oficial y te meterán en la cárcel”. Nuestro enojo puede fácilmente dejarse controlar por nuestro orgullo, de modo que cuando queremos mantenernos enojados para tomar el control de las cosas y aplicar la justicia por nuestra propia cuenta ¡estamos pecando al hacer a un lado la justicia de Dios! No podemos evitar experimentar el enojo pero sí podemos detenernos cuando el orgullo, el odio y la venganza nos proponen tomar el control de nuestra mente y emociones. ¡Detente pronto en tu enojo! La Biblia enseña en el capítulo 4 de Efesios: “«no pequen al dejar que el enojo los controle». No permitan que el sol se ponga mientras siguen enojados”. Jesús también lo enseñó en su mensaje que estamos estudiando hoy: “resuelve rápidamente tus diferencias”. Si la Palabra de Dios lo menciona es porque ¡Sí es posible impedir que el enojo nos controle y sí es posible detenerlo más pronto de lo que creemos! Sin embargo no lo es lejos de una relación personal con Dios. ¿Por qué? Porque nuestra naturaleza anhela justicia y venganza y si no hemos conocido al Juez Justo que cuida de nosotros ni hemos experimentado su gracia y misericordia mostrada en nuestros mayores errores y debilidades ¿cómo podremos dar lo que no hemos recibido? Solamente aquel que confía en que Dios tiene el control de TODO lo que sucede en su vida es el que es capaz de frenar su enojo, tomar un respiro profundo y escoger lo que el amor de Jesús nos ha enseñado: perdonar, amar, dejar nuestras ansiedades en sus manos, aceptar su Justicia y sus maneras de hacer las cosas y aferrarnos a la fe que tenemos en que Él sabe lo que hace.

 Qué tanto tiempo nos permitiremos estar enojados y qué tan rápido lidiaremos con aquello que nos tiene tan molestos será determinante para evitar que el enojo nos controle y se convierta en un pecado que como ya vimos es una puerta abierta para que el enemigo se apodere de nuestra mentes y emociones y nos lleve a hacer lo que en realidad nunca quisimos ni debimos hacer. ¿Cuesta más perdonar que enojarse? ¡Por supuesto que sí! El enojo a veces es casi instantáneo y está basado sobre la sensación de nuestra naturaleza humana que demanda justicia mientras que el perdón más que una emoción es una decisión consciente de dejar ir libre a nuestro agresor para dejar que sea nuestro Señor quien lidie con él. Sin embargo, ¡cuesta mucho más mantenernos enojados que perdonar! Perdonar es la salida rápida a un camino lleno de rencor, amargura, odio, venganza y maldad, ¡toma la salida pronto y perdona! Suelta aquello que te tiene tan molesto en manos de Dios, hazlo como una muestra de la confianza que estás decidiendo tenerle, ábrele tu corazón, dile cómo te sientes, platícale tus temores y aquello que te parece injusto y entonces al terminar de orar niégate a seguir alimentando tu coraje y descansa en la tranquilidad que hay al saber que el Señor del Universo juzgará nuestra causa y aplicará la sanción o acción que Él considere apropiada de acuerdo a lo que hay en nuestro corazón y en el de nuestro agresor. “Por lo tanto, si presentas una ofrenda en el altar del templo y de pronto recuerdas que alguien tiene algo contra ti, deja la ofrenda allí en el altar. Anda y reconcíliate con esa persona. Luego ven y presenta tu ofrenda a Dios”. Así de importante mencionó Jesús que era el frenar el enojo en ti y en quien tiene algo contra ti: si cuando estás delante de Dios te hace recordar un conflicto o pleito sin resolver detén tu ofrenda y ve y arregla primero el enojo, ¡ve y detén el proceso de destrucción que iniciaste en otra persona al ofenderlo o tratarlo injustamente! No seas un instrumento en manos del enemigo y después regresa delante de Dios y perdona a quienes te han ofendido así como Él te perdona cada vez que lo ofendes. Vive en el perdón, en la gracia y la misericordia, desecha el enojo y abraza el amor del Señor para ti y para quienes te rodean.

  ¿Te ha traído Dios a la mente algunos pleitos o conflictos que tienes sin resolver con alguien más? ¡No pierdas más tiempo! Ve y resuélvelos, pide perdón, restituye y háblale del amor de Dios a esa persona.
 ¿Te has dado cuenta que eres fácilmente controlado por el enojo? Pídele perdón a Dios por resistirte a aceptar su justicia y deja toda situación en sus manos. Decide perdonar, comprométete a confiar en el Señor, escoge amarlo más a Él que a tus deseos de venganza, ora y bendice a tu agresor.

¡Dios te bendiga!

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