Estoy leyendo los Salmos en
este tiempo y me encanta la forma en la que Dios habla directamente a mi
corazón a través de ellos. Así que he pensado ir compartiendo algunos de estos
Salmos y aquello que Dios me muestre en ellos con la esperanza de que también
puedan hablar a tu corazón.
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¿Cómo es tu oración?
¿Cómo es tu tiempo con Dios?
Te cuento el mío en
líneas generales: un poquito de alabar, un poquito de agradecer y un “muchito” de
pedir.
Yo soy de las que anotan
diligentemente los motivos de oración propios y ajenos y ora por ellos con
detalles y con fechas. Pero cuando llega el momento de dar gracias, suelo
hacerlo de forma general, no específica. Muchas veces damos gracias a Dios solamente
por las cosas materiales o por peticiones de oración que responde a nuestro
favor.
El Salmo 103 nos da
razones más que suficientes para tener un corazón agradecido a Dios a pesar de
las circunstancias que estemos viviendo.
1 Bendice, alma mía, a Jehová,
Y bendiga todo mi ser su santo
nombre.
2 Bendice, alma mía, a Jehová,
Y no olvides ninguno de sus
beneficios.
El llamado de David es
doble: por una parte exhorta a alabar a Dios, a bendecir a Dios. Y, por otra, a
no olvidar ninguno de sus beneficios. Nuestras ocupaciones diarias, el ritmo
tan acelerado que llevamos nos hace olvidarnos de muchas cosas y nos hace pasar
por alto muchas de las bendiciones de Dios. No es que no queramos darle gracias
por ellas. Es que, simplemente, no las vemos, no nos damos cuenta de esos
pequeños detalles en los que Él está presente.
“David entendía que la verdadera alabanza era algo profundamente
interior, del alma. No se trata de una forma de expresarse, sino de algo real,
profundo y muy íntimo.” – Spurgeon
3 El es quien perdona todas
tus iniquidades,
El que sana todas tus
dolencias;
La primera parte del versículo
3 nos da una razón más que suficiente para vivir eternamente agradecidas con
Dios: Él es quien perdona todas nuestras iniquidades. La magnitud de nuestro
pecado y de la justicia de Dios deben ser una razón para alabar y honrar a
Dios.
El perdón de sus
pecados era lo primero en la lista de bendiciones que David nos da en este
Salmo. Él sabía que lo más importante era que sus pecados habían sido
perdonados.
Dios es también quien
sana nuestras dolencias. Él es nuestro médico por excelencia. Por supuesto que
usa la medicina moderna, los doctores, los fármacos, los aparatos de última
generación para sanar nuestro cuerpo. Pero la mano de Dios sobre nuestras vidas
siempre está presente. Y Él sana a través de distintos medios no solo nuestras
dolencias físicas, sino también las espirituales, las emocionales, las del
corazón.
4 El que rescata del hoyo tu
vida,
El que te corona de favores y
misericordias;
Dios es el que nos hace
salir del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso. El que pone nuestros pies
sobre la peña y endereza nuestros pasos (Salmo 40:2). Cuando caemos, por
profundo que sea el hoyo, Él nos levanta.
Él es también el que
nos corona, nos llena de favores, de bendiciones, de misericordias. El que nos
da con manos llenas y el que no refrena Sus dones en nuestras vidas.
5 El que sacia de bien tu boca
De modo que te rejuvenezcas
como el águila.
Dios es el nos sacia,
el que nos provee, el que nos satisface. El que nos da todo lo que necesitamos.
Quizás no nos dé todo lo que queremos, pero sí lo que Él sabe que necesitamos.
6 Jehová es el que hace
justicia
Y derecho a todos los que
padecen violencia.
Dios es el que hace
justicia. Quizás en esta tierra no obtengamos justicia con algunas cosas. Tal
vez haya personas que nos hagan daño y a las que no las alcance la justicia
terrenal. Pero Dios pone a todo y a todos en su sitio. Dios vindica, Dios
imparte justicia, Dios restaura a todos aquellos que padecen violencia. Él es
justo y Sus juicios son justos. Nadie se escapa a la justicia de Dios.
7 Sus caminos notificó a
Moisés,
Y a los hijos de Israel sus
obras.
8 Misericordioso y clemente es
Jehová;
Lento para la ira, y grande en
misericordia.
9 No contenderá para siempre,
Ni para siempre guardará el
enojo.
10 No ha hecho con nosotros
conforme a nuestras iniquidades,
Ni nos ha pagado conforme a
nuestros pecados.
11 Porque como la altura de
los cielos sobre la tierra,
Engrandeció su misericordia
sobre los que le temen.
12 Cuanto está lejos el
oriente del occidente,
Hizo alejar de nosotros
nuestras rebeliones.
Dios es misericordioso
y clemente. Merecemos la muerte a causa de nuestro pecado (la paga del pecado
es muerte – Romanos 6:23), pero Su amor y misericordia son mayores que el
castigo que merecemos. Él no trata con nosotros conforme a nuestro pecado. En
lugar de castigarnos y dejarnos morir eternamente, envió a Su Hijo Jesucristo a
sufrir, morir y cargar nuestro pecado en nuestro lugar.
De la misma manera que
el este y el oeste nunca se encuentran, sino que están para siempre a la misma
distancia, nuestros pecados y el castigo que merecen son puestos a una
distancia eterna por la misericordia de Dios.
13 Como el padre se compadece
de los hijos,
Se compadece Jehová de los que
le temen.
14 Porque él conoce nuestra
condición;
Se acuerda de que somos polvo.
15 El hombre, como la hierba
son sus días;
Florece como la flor del
campo,
16 Que pasó el viento por
ella, y pereció,
Y su lugar no la conocerá más.
Dios se compadece de
nosotros de la misma manera que nosotras lo hacemos por nuestros hijos. Nosotras
conocemos sus debilidades y sus fallas. Y aun así decidimos amarlos. Dios sabe
que nosotras somos polvo, que nuestro tiempo sobre la tierra es limitado y que
nuestra mente es también finita. Y por todo ello es movido a misericordia por
todos aquellos que le temen.
17 Mas la misericordia de
Jehová es desde la eternidad y hasta la eternidad sobre los que le temen,
Y su justicia sobre los hijos
de los hijos;
18 Sobre los que guardan su
pacto,
Y los que se acuerdan de sus
mandamientos para ponerlos por obra.
Dios es misericordioso,
sí. Dios nos ama, sí. Dios da justicia, sí. Pero también nosotras debemos
responder a eso. Es nuestra responsabilidad como hijas de Dios vivir en temor a
Él, en reverencia a quién es y a lo que hace por nosotras. Y es nuestra
responsabilidad también poner por obra Sus mandamientos. La Palabra de Dios nos
explica de forma clara y concisa todo lo que Dios quiere que sepamos, cómo Él
quiere que vivamos y nos comportemos. Saberla de memoria y no practicarla no
nos sirve de nada. El recordatorio de David en este Salmo es que debemos
recordar los mandamientos de Dios y ponerlos en práctica.
19 Jehová estableció en los
cielos su trono,
Y su reino domina sobre todos.
20 Bendecid a Jehová, vosotros
sus ángeles,
Poderosos en fortaleza, que
ejecutáis su palabra,
Obedeciendo a la voz de su
precepto.
21 Bendecid a Jehová, vosotros
todos sus ejércitos,
Ministros suyos, que hacéis su
voluntad.
22 Bendecid a Jehová, vosotras
todas sus obras,
En todos los lugares de su
señorío.
Bendice, alma mía, a Jehová.
El Salmo termina de la
misma manera de la que empezó: con el llamado a bendecir a Dios, a agradecer a
Dios, a alabarle y bendecir Su nombre.
Todo lo que leemos en
este Salmo es real en nuestras vidas. Más allá de lo que Dios nos dé o nos deje
de dar, tenemos razones más que suficientes para alabarle y darle gracias por
todo. Es a la luz de este Salmo que ponemos poner en práctica también este
versículo:
Efesios
5:20
“Dando
gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo”
Cuando recordamos lo
que Dios ya ha hecho por nosotras, cuando ponemos atención a los detalles
pequeños de la vida diaria en los que Dios se manifiesta en nuestras vidas,
somos capaces de dar gracias a Dios por todo. Por lo que nos da y por lo que no
nos da, por lo que hace y por lo que no hace, por lo que permite y por lo que
no…
¡Dios nos ama y nos
bendice de manera mucho mayor de la que somos capaces de ver!
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