jueves, 24 de mayo de 2018

Hijas de Dios: Dieciseis Formas de Destruir Tu Matrimonio

Hijas de Dios: Dieciseis Formas de Destruir Tu Matrimonio: Hay consecuencias por violar cualquiera de las leyes de Dios —ya sea que lo hagamos por ignorancia o sabiendo que lo hacemos. Alguna...

Dieciseis Formas de Destruir Tu Matrimonio





Hay consecuencias por violar cualquiera de las leyes de Dios —ya sea que lo hagamos por ignorancia o sabiendo que lo hacemos.

Algunas personas creen que las leyes de Dios no se aplican a ellas, pero eso no quiere decir que las consecuencias por violarlas sean menos destructivas.

Tal vez crean que son inocentes de cualquier violación de leyes, pero Dios no lo ve de esa forma. Es como la ley de la gravedad.

Puedes saltar de la ventana de un edificio de diez pisos y negar la ley de la gravedad mientras caes, pero las consecuencias todavía van a ser las mismas cuando llegues al suelo. Las leyes de Dios son para nuestro beneficio. La vida es mejor para nosotros cuando las obedecemos.

DIECISÉIS FORMAS DE DESTRUIR TU MATRIMONIO
1. Dejen de comunicarse abierta y honestamente.
2. Muestra siempre enojo, egoísmo, rudeza, y maltrata a tu cónyuge.
3. Rehúsate a perdonar a tu cónyuge por cualquier ofensa, no importa lo grande o pequeña que sea.
4. Dale rienda suelta a la depresión y a ser negativo.
5. Convence a tu cónyuge que tus hijos son mucho más importantes para ti que él (ella).
6. Trabaja lo menos que puedas, y haz lo menos posible en tu hogar y en tu trabajo.
7. Gasta dinero en forma imprudente, y continuamente adquiere deudas grandes.
8. Dale lugar en tu vida a las adicciones o a hábitos irritantes, y defiende tu derecho a tenerlos.
9. No te preocupes sobre lo que tu cónyuge necesita sexualmente mientras tanto tú consigas lo que quieres.
10. En forma habitual mira películas explícitas, revistas o avisos, y compara a tu esposo (esposa) con las imágenes glorificadas que ves allí, y especialmente menciona a otras personas que consideras más atractivas.
11. Permite que tu corazón se endurezca hacia tu esposo (esposa). Y rehúsate a decir «Lo siento», «Perdóname», o «Te perdono».
12. Pon como tu prioridad número uno a otra cosa que no sea Dios y tu cónyuge.
13. Amenaza con divorciarte cada vez que algo que debe ser resuelto se interpone entre ti y tu cónyuge.
14. Ten una aventura amorosa, o una obsesión en tu corazón sobre otra persona que no sea tu esposo (esposa).
15. Vete del hogar y no trates de reconciliar las diferencias.
16. Ríndete y rehúsate a creer que Dios es un Dios de milagros que puede restaurar el amor y la esperanza.

¡Dios te bendiga!

Pues ya saben que la prueba de su fe produce constancia. (Santiago 1:3, NVI)





El águila madre protege sus pichones con pasión. Construye su nido en las alturas para guardarlo de los intrusos, y lo cubre con una capa de materiales suaves y cómodos.

Así crea un lugar agradable y acogedor para que sus polluelos descansen. Sin embargo, el nido de un águila contiene más de lo que se ve. Debajo de su capa de comodidad reconfortante, esa ave construyó la base del nido con rocas, palos y otros objetos afilados… un hecho bastante irónico que sus crías pronto descubrirán.

Porque cuando considera que llegó el momento, el águila madre sacude el nido, casi dándolo vuelta, y pone en contacto el fondo espinoso con las sentaderas suaves de los polluelos. Ya no es un lugar cómodo para los bebés; ahora es extremadamente incómodo, un lugar de donde quieren escapar. Porque, sí, el águila madre protege sus pichones con pasión, pero también está decidida a verlos alcanzar todo su potencial.

Así que, su tarea no está completa hasta que les provoca un nivel de incomodidad que los prepara para experimentar la realidad para la cual los creó Dios. Para pararse sobre sus patas. Para extender las alas. Y volar.

El concepto de la fidelidad, al igual que el nido del águila, también entraña más que lo evidente. No se trata solo de la suma cómoda e hipotética de las convicciones de alguien (de su fe), sino más bien de una consecuencia física de sus acciones.

Es más que tener una persuasión firme; es poner esa persuasión firme en marcha. Tener convicciones fuertes es una cosa, pero afirmarse sobre ellas, tomar decisiones y ajustar tu vida en consecuencia… eso es otra cosa. Eso es fidelidad.

La fidelidad nace cuando las expresiones externas de tus convicciones se ponen en práctica a través del tiempo. A menudo, a través de dificultades. Porque en la adversidad, se perfecciona la fidelidad y allí cobra vida.

Nunca se te ocurriría decir que una persona es fiel a menos que la hayas visto permanecer firme durante determinado curso de acción y decisión, en donde habría sido mucho más sencillo arrojar la toalla.

Cuanto más firme es una persona, más se la honra por su constancia y perseverancia.

En esencia, si solo tuviésemos los conceptos pero no la experiencia, estaríamos disfrutando de las comodidades del nido sin experimentar jamás el efecto que debe producir en nosotras. Podemos creer que las resoluciones pueden ser efectivas, pero si no actuamos en consecuencia, nunca veremos el fruto que debían producir. Nunca volaremos con las alas del Espíritu de Dios.

No experimentaremos jamás los lugares adonde Su Palabra nos abre la puerta. Tomar resoluciones no te hace fiel. Es lo mismo que los aguiluchos en el nido. Solo cuando este se sacude y despliegas las alas, cuando permaneces en vuelo sin importar cuán difícil sea seguir aleteando, allí pruebas tu fidelidad.

La fidelidad al llamado celestial.

Como Jesús. Durante Su vida y ministerio aquí en la Tierra, «… por lo que padeció aprendió la obediencia» (Hebreos 5:8). Aunque siempre tuvo la persuasión firme de buscar la voluntad de Su Padre y lo hizo a la perfección, demostró Su fidelidad al ponerla en práctica día a día, atravesar dificultades, rendir Su voluntad (Lucas 22:42), ofrecer ruegos y súplicas (Hebreos 5:7), y permanecer comprometido con los propósitos de Su Padre sin considerar Su deseo humano de alejarse de la crucifixión y la muerte.

Como resultado, «habiendo sido perfeccionado [hecho completo], vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen; y fue declarado por Dios sumo sacerdote…» (vv. 9-10); preparado para Su propósito supremo porque «aprendió la obediencia» de la manera más difícil. Navegó a contracorriente. Sostuvo Su audaz profesión frente a los amargos peligros de la vida.

Permaneció completamente rendido y comprometido con el plan del Padre. Fiel. Y si Cristo (la deidad vestida de humanidad, nuestro mayor ejemplo de santidad y justicia) escogió humillarse lo suficiente como para ganar Su fidelidad mediante la experiencia, sin duda, lo mismo es cierto para nosotras.

Espero que seas una mujer de fe.

Pero el cielo te llama también a ser una persona de fidelidad. Cuando estás en el trabajo. Cuando estás con amigos. Cuando tienes problemas financieros.

Cuando te enfrentas a una decisión difícil. Cuando estás en medio de tu rutina y quisieras ser otra persona. Al resolver entregarte a Él con toda fidelidad, decides permitir que todo lo que crees sobre Dios y Su Palabra guíe constantemente tus pasos, tus manos, tu mente y tu corazón, a pesar de todo lo que pueda señalar en la dirección opuesta.

En un mundo marcado por el cambio constante y las opciones incrédulas, la mujer decidida a vivir en fidelidad es una ironía. Un misterio. Pero ser diferente vale la pena porque produce diligencia y fortaleza. Ser inusual vale la pena porque nos hace sentir completas y sin carencia alguna, preparadas por Dios para la gran obra que tiene para cada mujer.  Para ti. Su sierva fiel.

¡Dios te bendiga!

jueves, 10 de mayo de 2018

¿Por qué fallan tantos matrimonios?

¿Por qué es que tanta gente, que quiere y necesita sentirse cercana a alguien, termina divorciada, muchas veces llena de enojo y desilusión? Muchos de los que se casan intentan lograr un lazo fuerte y duradero basado principalmente en los sentimientos. En la mayoría de las relaciones, el amor y la aceptación continúan sólo hasta que la otra persona logra cumplir cierto nivel de expectativas. Si los sentimientos son calidos, una pareja puede disfrutar de la compañía mutua, dejar pasar las características preocupantes, comunicarse adecuadamente, y expresar su afecto.
Pero cuando los sentimientos se enfrían, el uno o el otro encontrara que no tiene los recursos o la habilidad de amar a una persona obviamente imperfecta. Ahora las necesidades no están satisfechas, lo que causa daño, lo que promueve una actitud defensiva, lo que reduce la comunicación efectiva, lo que aumenta los malentendidos, lo que provoca el conflicto, lo que echa leña al fuego del enojo y la amargura. Si no hay perdón y reconciliación para romper el ciclo, la habilidad de amar se paraliza. Este patrón, en casi todas relaciones, se puede evitar por un tiempo dado que las dificultades que provocan el egoísmo no existen o están ocultas. Pero tarde o temprano viene la realidad. A pesar de las buenas intenciones de la pareja, eventualmente se dan cuenta de que dos personas independientes no puedan tener todas sus necesidades satisfechas todo el tiempo.
Para que una relación tenga éxito, el trabajo en equipo es necesario y ambas personas deben negarse sus deseos personales. El sacrificio debe reemplazar al egoísmo. A veces una persona del matrimonio puede hacer esto más o menos bien, pero se acaba la paciencia. El sacrificio no es natural; el egoísmo lo es. ¿Por qué es así?
Si viviéramos en un mundo donde las personas fueran perfectas, sus matrimonios marcharían en armonía, tal como Dios quería que funcionara el matrimonio desde el principio. Pero no vivimos en un mundo perfecto. Con toda honestidad, todos estamos afectados por nuestra tendencia al egoísmo y el "pecado".
¿Qué es el pecado? Muchas veces elegimos hacer lo equivocado y no lo correcto. Podemos ser egoístas, crueles, dañinos, amargos, arrogantes, no dispuestos a perdonar, y más. No es de sorprenderse, que a los esposos y esposas les cueste entenderse el uno al otro. Una actitud de "quiero que se cumplan mis necesidades" en una relación quiebra el espíritu de cooperación. El ciclo negativo empieza y continúa hasta que se pierde la intimidad y el matrimonio empieza a desmenuzarse.
Encarémoslo, todos necesitamos ayuda -- alguna fuerza adentro que nos de la habilidad de amar a otra persona como se debe si queremos que un matrimonio dure.
Nuestro comportamiento egoísta y pecaminoso no solamente separa a un esposo de su esposa, sino que también nos separa de Dios - nuestra mayor fuente de ayuda. Como el creador y diseñador del matrimonio, El sabe como funcionan las relaciones. Quiere que tengamos primero, una relación con El y después esperar nuestra dirección de El.
Dios no solamente nos ayuda con los problemas y los desafíos que enfrentamos diariamente, sino que también nos ofrece sanar las cicatrices y heridas que hemos coleccionado en el pasado. Por ejemplo, provee perdón completo y limpieza de malas decisiones que hayamos tomado como jóvenes en una relación con el sexo opuesto. Dios nos ama y quiere que disfrutemos de las ventajas de ser Su hijo, las que incluyen Su ayuda en nuestro matrimonio.
Me gustaría ilustrar esto con dos casos con una pareja típica. En el primer ejemplo, nuestra pareja (Les llamaré Jon y Lisa) no reconocen ninguna participación activa de Dios en sus vidas. En el caso B, Jon y Lisa tienen más que una relación entre si; también tienen una relación con Jesucristo.

CASO A:

Es sábado en la mañana y Jon quiere jugar golf con sus amigos. Se levanta y dice a Lisa que se va y no vuelve hasta las 4 de la tarde. Lisa se queja, "¡Me prometiste que podríamos hacer un picnic hoy!" "Nunca dije eso," dice Jon, con una voz tensa. "De todas maneras, no he jugado golf por dos semanas. Es un día hermoso. Me voy." Cierra fuertemente la puerta cuando se va, Lisa se siente dejada de lado y después de llorar un poco, se enoja y tira las almohadas del sofá por la sala. "Vas a ver, Tonto," grita Lisa. Llama una amiga, se van a almorzar y luego al centro comercial. En el centro comercial, compra mucha ropa nueva - necesitaba un nuevo conjunto, pero al comprar algunas cosas "extras" ella sabe que va a hacer enfurecer a Jon. Su tarjeta de crédito está casi al límite ahora.
Mientras tanto, Jon está terminando su juego de golf. Con sus amigos, se detienen para tomarse un trago en el bar del club de golf. Un trago se hacen dos. Jon nota que la mesera es muy atractiva. Mientras la joven le da su tercer trago, susurra algo favorecedor en su oído. Se muestra enojada, pero su sonrisa le indica que está complacida. Cuando vuelve, Jon nota que su numero de teléfono esta escrito en la servilleta debajo de su vaso. Jon la pone en su bolsillo.
Jon llega a casa a las 5 de la tarde, caminando un poco tambaleante. Lisa está viendo la televisión con el volumen alto. Nota un montón de paquetes en el sofá. Enojado, apaga la televisión e indica los paquetes. Lisa dice algo feo y se va al dormitorio, cerrando la puerta fuertemente detrás de ella. Discuten hasta la madrugada. Jon termina durmiendo en la habitación de visitas.

CASO B:

Es sábado en la mañana y Jon quiere jugar golf con sus amigos. Se levanta y dice a Lisa que se va y no vuelve hasta las 4 de la tarde. Lisa se asombra y dice, "¡Pensé que íbamos a hacer un picnic hoy!" "Oh, ¿podemos dejarlo para mañana?" Jon dice, su voz se siente tensa. "De todas maneras, no he jugado golf por dos semanas. Es un día hermoso. Me voy." Cierra la puerta fuertemente cuando se va. Lisa se siente dejada de lado y después de llorar un poco, se enoja y tira las almohadas del sofá por la sala.
"¡Tonto!" grita, con el deseo de decirle cara a cara que tan enojada se siente.
Lisa decide ir a caminar, y cuando ha pasado por el parque, se han calmado sus sentimientos de enojo y lastima. De camino a casa es capaz de orar "Querido Jesús, estoy realmente enojada con Jon y pienso que está siendo egoísta. Por favor, ayúdame no ser egoísta también, y a controlar mi enojo." Lisa decide llamar una amiga y van a almorzar y de compras. En el centro comercial, Lisa se compra un nuevo conjunto. Mientras tanto, Jon termina los primeros nueve hoyos de su juego de golf. Con sus amigos, se detienen para comprar un sándwich y una bebida en la cafetería del club. Jon nota que la joven que lo atiende es muy bonita, pero le saluda amablemente y se junta con los amigos. En la mañana, Jon había pensado que Lisa estaba quejándose y celosa - pidiéndole perder un buen tiempo con sus amigos sin razón. Pero ahora se siente culpable por como la trato.
No se divierte. "Oigan, amigos" anuncia Jon, "Voy a terminar por hoy y volver a casa. Necesito pasar tiempo con Lisa." Dos de sus amigos lo molestan, pero Jon permanece firme en su decisión. Cuando Lisa vuelve a la 1 de la tarde, está sorprendida de encontrar a Jon sentado en la mesa. Nota la canasta de picnic medio llena de comida y bebidas. "¿Por qué llegaste a casa tan temprano?" le pregunta, el daño aún evidente en su voz.
"Siento la manera de que actué esta mañana," dice Jon. "Quería jugar golf y no me preocupe de tus necesidades. Supongo que fui un poco egoísta ¿Me perdonas?
Lisa muerde su labio. Sigue lastimada, pero Jon realmente se ve culpable. Y lo nota claramente en el hecho de que terminara temprano su juego de golf. "Sí, te perdono," Lisa dice en voz baja.
Mientras se abrazan, Jon dice, "¿Podemos, de alguna manera, empezar de nuevo este día? Volví a casa pensando que tal vez tendríamos tiempo para hacer el picnic. ¿Quieres ir conmigo?" Lisa resiste la tentación a quejarse y hacerle "pagar". Al contrario, sonríe y dice que sí. El día se vuelve mejor para los dos. El enojo ha sido eliminado de ambos. Su relación se siente tan fresca como la tierra después de una lluvia en primavera. Jesucristo ha trabajado en la vida de cada uno, primero mostrándoles como vivir y dándoles de esa manera la fuerza para negarse a si mismo y perdonar - dos acciones esenciales para el amor, pero muy difíciles hacer constante y honestamente sin ayuda.
Por supuesto, estos dos casos ofrecen solamente una mirada simple de una situación interpersonal complicada, pero sí ilustran por qué la participación de Dios en las vidas de un esposo, una esposa, y su matrimonio hace la diferencia. La fe Cristiana no es simplemente una colección de principios y reglas - es una interacción viviente y cotidiana con Dios por la cual recibimos orientación y poder para vivir la vida de la manera en que fue diseñada.
¿Qué tipo de orientación da Dios con respeto al matrimonio? Está claro en la Biblia acerca de lo destructivo del divorcio, la necesidad de considerar humildemente las necesidades de la otra persona antes que nuestras propias necesidades, el ser honesto entre nosotros, el evitar la inmoralidad sexual, y mucho más.

Pero el "saber qué hacer" no necesariamente significa que vamos a querer hacerlo. Su orientación muchas veces es distinta a lo que nos gustaría hacer (por ejemplo, decir la verdad a tu esposo cuando el mentir parece muy útil). Pero reiteradamente las parejas han sabido que tan sabio es Dios, y que tan inteligente es confiar en El y seguir sus planes para construir una relación.
Por ejemplo, Dios todavía dice que el matrimonio debe venir antes de la intimidad sexual. Pero en nuestra cultura un 64% de universitarios en una encuesta estaban de acuerdo con esta declaración - "El cohabitar antes de casarse es una buena idea."5 Muchos de estos estudiantes miraban mientras se deshicieron y razonan que "probar" la relación parece una buena idea.
Entonces, ¿por qué pone Dios el matrimonio antes de la intimidad sexual? Porque El quiere que experimentemos intimidad duradera. ¿Cómo pueden dos personas sentirse lo suficientemente seguras para ser totalmente vulnerables - un requisito para la intimidad profunda - en un medio ambiente en que cualquiera de los dos podría irse en cualquier momento? La investigación muestra que la taza de divorcios actualmente es más alta entre los que cohabitan antes de casarse que los que no.6 La sabiduría de Dios es perfecta, siempre es correcta. Y siempre viene de su amor cuidadoso y protector hacia nosotros.
Pero Dios no solamente quiere ser consejero matrimonial, depositando su consejo en nuestras vidas. Quiere que le conozcamos, que estemos en una relación con El, y que confiemos en El. Para amar fielmente a otra persona, El dice que primero necesitamos experimentar su amor fiel y sin condiciones.
Impulsado por su amor por nosotros, Dios hizo algo notable por nosotros. Hemos hablado de cómo nuestro egoísmo nos separa el uno del otro, y especialmente nos separa de Dios quien es santo y perfecto. La Biblia dice, "tu pecado ha hecho una separación entre tu y tu Dios."7 Ninguna cantidad de buenas obras o de esfuerzo de nuestra parte puede borrar nuestro pecado ante los ojos de Dios. Aún peor, hay un castigo por nuestro pecado...la muerte. Significa separación eterna de Dios, incluso después de la vida terrenal. Y no hay nada que podamos hacer para arreglarlo. Sus estándares requieren la perfección, y no los cumplimos. Pero, la justicia de Dios esta acompañada por su tremendo amor por nosotros - mostrado por la solución que El proveyó.
¿Qué hizo Dios exactamente? Jesucristo, quien es Dios en forma humana, vino a pagar el castigo de muerte por nuestros pecados. Jesucristo también vino a enseñarnos los caminos de Dios y darnos una vida plena. Pero principalmente dijo que su propósito al venir como hombre fue el morir en nuestro lugar. Canceló la deuda por nuestros pecados - mis pecados, los tuyos, y los de todo el mundo - mientras era colgado de una cruz (una forma romana de ejecución)- para que fuéramos perdonados. Después de tres días sepultado, Jesucristo resucitó físicamente. Muchos testigos llevaron al mundo su historia y la vida que Dios nos ofrece.
No es nuestra tarea trabajar por la aceptación de Dios. El mismo nos ofrece una relación con El como regalo. Es nuestra decisión si queremos recibir su perdón y entrar en una relación con El. Jesucristo dijo, "Yo soy el camino, la verdad, y la vida; nadie viene al Padre sino por Mi."8 El quiere entrar a nuestras vidas, pero otra vez, es una decisión individual que debemos tomar. Si el matrimonio es una decisión significativa, esta es aún más.
¿Quieres tener una relación eterna con Dios y dejarle influenciar tu vida? ¿Quieres ser guiado por su sabiduría y apoyado por su fortaleza? Si lo quieres, puedes pedirle entrar a tu vida ahora mismo. Tal como una pareja no está casada hasta que contraen matrimonio, el empezar una relación con Dios es un acto de la voluntad. Jesucristo dijo, "Estoy parado a la puerta de tu corazón y la toco. Si alguien escucha mi voz y abre la puerta, entraré."9 La Biblia dice, "Pero a todos los que le recibieron, a ellos les dio el derecho de ser hijos de Dios."10 ¿Te gustaría conocer el amor de Dios para ti y pedirle que entre a tu corazón? Esta podría ser una manera de expresar tu deseo:
"Señor Jesucristo, te quiero a Ti en mi vida. Quiero que me guíes, y que me perdones por todos mis pecados. Gracias por pagar por mis pecados en la cruz. Ahora te pido que entres en mi vida. Gracias por tu promesa de que entrarías en mi vida si te abría la puerta, lo que ahora hago. Gracias porque ahora puedo empezar a conocerte de veras. Amén."
Si oraste eso sinceramente, has empezado una relación con Dios que durará por siempre. ¿Qué efecto puede tener esto en tu matrimonio? Puedes tener un matrimonio lleno de amor. Como todos los esposos y esposas, cometerás muchos errores y a veces necesitarás esforzarte para tener un gran matrimonio. Pero, mientras dependes de El, Dios te dará la fortaleza y la visión necesarias para amar a tu pareja sin egoísmo, con perdón, y experimentar así un matrimonio duradero.

miércoles, 9 de mayo de 2018

¡No escondas tu fe!




Versículo clave:
“Dejen que sus buenas acciones brillen a la vista de todos, para que todos alaben a su Padre celestial.” Mateo 5:16


 En tiempos antiguos establecer una ciudad en una parte alta de un cerro le permitía a la gente entre otras cosas divisar a lo lejos si venía algún ejército enemigo contra ellos para poder prepararse con tiempo ante una posible batalla. En nuestra breve lectura bíblica de hoy nos hemos detenido en una porción del Sermón del Monte, el primer discurso público de Jesús y tras iniciar con una serie de declaraciones individuales conocidas como las bienaventuranzas ahora se está dirigiendo a toda la gente que lo escucha y que tiene fe en Él para decirles: Ustedes son la luz del mundo, como una ciudad en lo alto de una colina que no puede esconderse. ¡Hemos sido llamados a ser el ejemplo que alumbre con nuestro estilo de vida la oscuridad en la que vive la gente! Somos como una ciudad en alto de una colina que todos pueden ver, ¡no escondas tu fe! Dios te ha puesto donde estás para que seas la luz que le permita a la gente ver su condición y tomar la decisión de si le entregará o no a Jesucristo el control de su vida.


Deja que los demás vean lo que Dios ha hecho en ti
Nadie enciende una lámpara y luego la pone debajo de una canasta…“. En los tiempos de Jesús no existía la electricidad, no había interruptores, focos ni linternas de modo que cuando caía la noche solían encender lámparas de aceite para iluminar una habitación, cuando alguien encendía estas lámparas ¡no era para ponerlas bajo una canasta! Al contrario se ponía en un candelero en alto para que todos pudieran ver lo que estaban haciendo. Algunos hemos malentendido el mensaje y hemos creído que para que la gente pueda ver debemos “golpearlos” con la lámpara para que reaccionen, ¡pero esto no es lo que dijo Jesús! La vida de un verdadero cristiano que ama al Señor y vive de manera íntegra ¡brilla por sí sola! Hace muchos años escuché a un pastor mencionar la siguiente frase: Refleja a Jesús en todo momento y todo lugar y cuando sea necesario usa las palabras. Es decir, ¡vive de manera ejemplar! Escoge siempre el camino de la honestidad y la rectitud, sé el primero en perdonar y el último en rendirte ante la adversidad, en medio de las pruebas afírmate en tu fe en el Señor para que otros sean atraídos por tu paz y estabilidad y quieran “lo que tú tienes” que te hace diferente. El apóstol Pablo menciona en el capítulo 3 de su carta a los filipenses lo siguiente: “No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús“. La palabra “asir” no es muy común en el vocabulario que escucho cada día pero significa: tomar o sujetar algo con la mano (www.rae.es). Hemos sido asidos por Jesucristo con el propósito de asir a otros. Hemos sido iluminados por su amor y salvación para llevar su luz a toda habitación obscura y sanar la ceguera en el corazón y la mente de las personas. ¡No escondas tu luz bajo el temor del qué dirán o la presión social!

La luz revela lo que la obscuridad oculta
…en cambio, la coloca en un lugar alto donde ilumina a todos los que están en la casa“. La luz no solamente nos ilumina para ver por donde vamos caminando también revela nuestra condición. Cuando estamos en un lugar obscuro y de pronto somos alumbrados quedamos expuestos de modo que otros pueden ver si estamos sucios o desarreglados, es posible percibir en nuestro rostro nuestro estado de ánimo y si estábamos haciendo algo que otros no sabían pues no nos podían ver queda ahora descubierto. ¡No a todos les gusta ser expuestos a la luz! Y en gran medida eso sucede con muchas personas que no quieren acercarse a Dios pues saben que al hacerlo quedarán expuestas muchas decisiones incorrectas que toman, saben que ante la confrontación de la rectitud y la verdad de la Biblia tendrán que decidir cortar con su estilo de vida que no agrada a Dios o bien ignorar públicamente la fe que ya ignoran en privado. La luz de Jesús llega a ser incómoda para quienes quieren seguir viviendo bajo las sombras del pecado de la sociedad, ¡no es de sorprenderse que tanta gente rechace al Señor y a su Palabra! Incluso hay personas que han hecho su rechazo a la luz más sutil, los puedes ver cargando una lámpara de aceite bajo el brazo que nunca encienden, te hablan de dónde la compraron lo mucho que les gusta y lo útil que ha de ser, ¡pero no la utilizan! Por más que digamos que somos cristianos y que creemos en Dios si vivimos ignorándolo a Él y a su Palabra no somos más que una lámpara a la que le sacamos brillo de vez en cuando pero que nunca hemos experimentado el calor del Señor ni su llama viva moviéndose dentro de nosotros.

 
De la misma manera, dejen que sus buenas acciones brillen a la vista de todos, para que todos alaben a su Padre celestial“. Hemos sido llamados a brillar no para que podamos ver la suciedad en la vida de los demás y así nos sentemos a juzgarlos, acusarlos o menospreciarlos. El corazón de Dios revelado por Jesucristo era bastante claro: ¡brillen con toda su intensidad para que los demás los vean y reconozcan que el Padre celestial los ha transformado y sean así atraídos a Él! Si bien no hemos sido perdonados ni salvador por nuestras buenas acciones sino por la misericordia y el amor de Jesús sí podemos decir que hemos sido salvados PARA hacer buenas acciones, para vivir una vida intachable e irreprensible de modo que quienes nos conocen no puedan más que concluir que lo que sea que estamos haciendo ellos lo quieren hacer, a donde sea que estamos yendo para ser transformados quieren ir también y en lo que sea que estamos creyendo, ¡quieren también ellos creer! Que la luz de Jesús brille en tu trabajo, en tu escuela, en toda tarea o responsabilidad que ponen en tus manos, en la manera que conduces tu auto, en el conocimiento que tienes de la Biblia y en cómo la compartes con los demás, en cómo amas a tu esposa y a tus hijos, en el modo en que provees fiel, sabia y puntualmente para los tuyos, en tu facilidad de perdonar y dar nuevas oportunidades así como Cristo ha hecho contigo. ¡Que tu luz brille en todo lo que hagas, en todo lugar y ante todos los que te rodean! Pon en alto el nombre de Jesucristo, que el conocerte sea el factor determinante para que otros conozcan al Señor y le entreguen su corazón.


¿Cuándo fue la última vez que dejaste que la luz de Jesús brillara en tu casa, escuela o trabajo? Pídele a Dios que te ayude a vencer tus miedos e inseguridades, pídele perdón por rechazarlo u ocultarlo delante de los demás y pídele oportunidades de compartir tu fe y lo que Él ha hecho contigo con más personas.
¿Has notado que a algunas personas les molesta cuando les hablas de Jesús? Tal vez los estás golpeando con la lámpara, pídele sabiduría a Jesús para que con tu manera de vivir cada día lo reflejes de tal manera que aunque no les platiques de tu fe sean atraída por ella y en el momento oportuno se acerquen a ti para que los guíes a Él.

martes, 8 de mayo de 2018

No permitas que el enojo te aleje de Dios


Versículo clave:
“Pero yo digo: aun si te enojas con alguien, ¡quedarás sujeto a juicio!.” Mateo 5:22



Más de una vez las cosas no sucederán como quisiéramos. ¿Alguna vez te ha tocad pasar por temporadas en tu vida donde pareciera que los problemas se pusieran de acuerdo para venir a visitarte todos juntos? Apenas vas saliendo de uno ¡y ya hay otro esperándote en otra área de tu vida! ¿Cómo reaccionamos ante estas situaciones? La respuesta inicial es variada, algunos con paciencia, otros se deprimen, otros se confunden pero la gran mayoría de nosotros si la adversidad dura más del tiempo que nuestras fuerzas y paciencia nos da solemos experimentar el enojo. Una sensación de: “¡no es justo!” seguido por un clamor de “¡que ya termine esto!” suelen llegar a nuestra mente y corazón. El enojo puede llegar también como resultado del maltrato de alguien más o por alguna experiencia que nos causa indignación. ¿Es malo enojarse? Para contestar esta pregunta hagámonos una más: ¿se enoja Dios? La respuesta es: sí se enoja Dios y en la Biblia podemos encontrar diferentes momentos en los que expresa su molestia e indignación, el enojo es una emoción que todos experimentaremos, sentir enojo no es el problema pero dejarnos controlar por él sí lo es, Dios a través del apóstol Pablo en el capítulo 4 de su carta a los Efesios lo dice así de claro: “el enojo da lugar al diablo”. ¿Estallas en ira fácilmente?, ¿sueles dejarte controlar por el enojo? ¡Ten cuidado! Perder el control al llenarte de ira significa que le diste el control a alguien más y generalmente es a un deseo de venganza, justicia propia o anhelo de castigar a algo o alguien y detrás de todas estas acciones no está Dios sino el enemigo apoderándose de tu mente y emociones llevándote a tomar decisiones que más pronto de lo que crees lamentarás.

Cuando nuestro enojo se convierte en odio
“Han oído que a nuestros antepasados se les dijo: “No asesines. Si cometes asesinato quedarás sujeto a juicio”. Pero yo digo: aun si te enojas con alguien, ¡quedarás sujeto a juicio!”.” En nuestra lectura del día de hoy seguimos avanzando en el Sermón del Monte que enseñó Jesús al inicio de su ministerio. La siguiente área de nuestro corazón que apunta con sus enseñanzas es la de aprender a lidiar con nuestro enojo. Como introducción a este tema lo primero que hace es comparar el efecto del enojo ¡como el que tiene un asesinato! Cada vez que nos topamos con una enseñanza de Jesús o con una porción de la Biblia que nos confronta debemos saber que Él siempre está apuntando al corazón de las personas, para nosotros lo que sucede en el exterior suele ser lo más importante de modo que hasta consideramos que algunos pecados son “menos malos” que otros pero para nuestro Señor todo pecado ¡es igual de grave! Y lo que hay detrás de cada uno de nuestros pecados es lo que más le interesa: nuestro corazón. ¿Cómo llega alguien a cometer un asesinato premeditado? Tras mucho tiempo de odiar lo suficiente a quien quiere matar y ¿cómo inició este odio? Con un desacuerdo o injusticia no resuelta que abrieron la puerta al enojo y la ira, éstos puestos en manos del diablo y dirigidos por una persona que no conoce la gracia, el perdón ni la restauración que Dios ofrece terminan en eventos lamentables que ya no tienen marcha atrás. Jesucristo nos está enseñando que abrir la puerta al enojo ¡siempre nos va a llevar más lejos de lo que quisiéramos y terminaremos haciendo un mal más grande del que esperábamos! Lo que nosotros creemos que es un “simple enojo” puede llevarnos a cometer delitos, lo que creemos que es un insulto nos prepara para odiar a alguien más, y cuando nos permitimos maldecir con odio a alguien más estamos listos para que el enemigo tome control de nuestra vida.

¡Detén tu enojo pronto!
“Cuando vayas camino al juicio con tu adversario, resuelvan rápidamente las diferencias. De no ser así, el que te acusa podría entregarte al juez, quien te entregará a un oficial y te meterán en la cárcel”. Nuestro enojo puede fácilmente dejarse controlar por nuestro orgullo, de modo que cuando queremos mantenernos enojados para tomar el control de las cosas y aplicar la justicia por nuestra propia cuenta ¡estamos pecando al hacer a un lado la justicia de Dios! No podemos evitar experimentar el enojo pero sí podemos detenernos cuando el orgullo, el odio y la venganza nos proponen tomar el control de nuestra mente y emociones. ¡Detente pronto en tu enojo! La Biblia enseña en el capítulo 4 de Efesios: “«no pequen al dejar que el enojo los controle». No permitan que el sol se ponga mientras siguen enojados”. Jesús también lo enseñó en su mensaje que estamos estudiando hoy: “resuelve rápidamente tus diferencias”. Si la Palabra de Dios lo menciona es porque ¡Sí es posible impedir que el enojo nos controle y sí es posible detenerlo más pronto de lo que creemos! Sin embargo no lo es lejos de una relación personal con Dios. ¿Por qué? Porque nuestra naturaleza anhela justicia y venganza y si no hemos conocido al Juez Justo que cuida de nosotros ni hemos experimentado su gracia y misericordia mostrada en nuestros mayores errores y debilidades ¿cómo podremos dar lo que no hemos recibido? Solamente aquel que confía en que Dios tiene el control de TODO lo que sucede en su vida es el que es capaz de frenar su enojo, tomar un respiro profundo y escoger lo que el amor de Jesús nos ha enseñado: perdonar, amar, dejar nuestras ansiedades en sus manos, aceptar su Justicia y sus maneras de hacer las cosas y aferrarnos a la fe que tenemos en que Él sabe lo que hace.

 Qué tanto tiempo nos permitiremos estar enojados y qué tan rápido lidiaremos con aquello que nos tiene tan molestos será determinante para evitar que el enojo nos controle y se convierta en un pecado que como ya vimos es una puerta abierta para que el enemigo se apodere de nuestra mentes y emociones y nos lleve a hacer lo que en realidad nunca quisimos ni debimos hacer. ¿Cuesta más perdonar que enojarse? ¡Por supuesto que sí! El enojo a veces es casi instantáneo y está basado sobre la sensación de nuestra naturaleza humana que demanda justicia mientras que el perdón más que una emoción es una decisión consciente de dejar ir libre a nuestro agresor para dejar que sea nuestro Señor quien lidie con él. Sin embargo, ¡cuesta mucho más mantenernos enojados que perdonar! Perdonar es la salida rápida a un camino lleno de rencor, amargura, odio, venganza y maldad, ¡toma la salida pronto y perdona! Suelta aquello que te tiene tan molesto en manos de Dios, hazlo como una muestra de la confianza que estás decidiendo tenerle, ábrele tu corazón, dile cómo te sientes, platícale tus temores y aquello que te parece injusto y entonces al terminar de orar niégate a seguir alimentando tu coraje y descansa en la tranquilidad que hay al saber que el Señor del Universo juzgará nuestra causa y aplicará la sanción o acción que Él considere apropiada de acuerdo a lo que hay en nuestro corazón y en el de nuestro agresor. “Por lo tanto, si presentas una ofrenda en el altar del templo y de pronto recuerdas que alguien tiene algo contra ti, deja la ofrenda allí en el altar. Anda y reconcíliate con esa persona. Luego ven y presenta tu ofrenda a Dios”. Así de importante mencionó Jesús que era el frenar el enojo en ti y en quien tiene algo contra ti: si cuando estás delante de Dios te hace recordar un conflicto o pleito sin resolver detén tu ofrenda y ve y arregla primero el enojo, ¡ve y detén el proceso de destrucción que iniciaste en otra persona al ofenderlo o tratarlo injustamente! No seas un instrumento en manos del enemigo y después regresa delante de Dios y perdona a quienes te han ofendido así como Él te perdona cada vez que lo ofendes. Vive en el perdón, en la gracia y la misericordia, desecha el enojo y abraza el amor del Señor para ti y para quienes te rodean.

  ¿Te ha traído Dios a la mente algunos pleitos o conflictos que tienes sin resolver con alguien más? ¡No pierdas más tiempo! Ve y resuélvelos, pide perdón, restituye y háblale del amor de Dios a esa persona.
 ¿Te has dado cuenta que eres fácilmente controlado por el enojo? Pídele perdón a Dios por resistirte a aceptar su justicia y deja toda situación en sus manos. Decide perdonar, comprométete a confiar en el Señor, escoge amarlo más a Él que a tus deseos de venganza, ora y bendice a tu agresor.

¡Dios te bendiga!

lunes, 7 de mayo de 2018

El Plan original de Dios para el Matrimonio


Versículo clave:
“Como ya no son dos sino uno, que nadie separe lo que Dios ha unido.” Mateo 19:6


 La  lectura de nuestro estudio del día de hoy es una pequeña porción que forma parte del primer mensaje público que dio Jesucristo, mientras más leemos este mensaje conocido como el Sermón del Monte más frecuentemente encontramos que Jesús estaba redefiniendo muchos conceptos que se habían desvirtuado con el paso de los años, con sus palabras y enseñanzas retaba los razonamientos de la gente y confrontaba los motivos de su corazón. Cuando leemos la vida de Jesucristo plasmada en los cuatro Evangelios podemos notar que Él continuamente hacía declaraciones similares a la siguiente que se encuentra en el capítulo 5 del Evangelio de Juan: “Yo no puedo hacer nada por mi propia cuenta; juzgo según Dios me indica. Por lo tanto, mi juicio es justo, porque llevo a cabo la voluntad del que me envió y no la mía“, es decir, Jesús vino a obedecer de tiempo completo a su Padre y a realizar su voluntad en todo momento. El tema del divorcio resulta un tanto delicado para algunos y otro tanto complejo para otros así que más que emitir un juicio o una opinión estudiemos los principios que enseña la Palabra respecto a este tema y permitamos que el Espíritu Santo nos guíe a toda verdad.


Una Idea de Dios
¿No han leído las Escrituras? Allí está escrito que, desde el principio, “Dios los hizo hombre y mujer”. —Y agregó—: “Esto explica por qué el hombre deja a su padre y a su madre, y se une a su esposa, y los dos se convierten en uno solo”“. El matrimonio es una idea de Dios, fue Él quien estableció que el fundamento de una familia y por lo tanto de la sociedad sería el compromiso de amor, entrega y respeto que se harían un hombre y una mujer para convertirse en uno solo por el resto de sus vidas. Jesucristo en el capítulo 19 del libro de Mateo se toma un tiempo para explicarle a la gente que desde el diseño original de su Padre de crear un hombre y una mujer estaba ya establecido que en una etapa de sus vidas las personas desearían salir de su casa y su comodidad para iniciar una nueva vida a lado de alguien del sexo opuesto aquien amarían y se entregarían para fundirse en “uno solo”, después de esto comentó lo siguiente: “como ya no son dos sino uno, que nadie separe lo que Dios ha unido“. El principio original era bastante claro: un matrimonio es una unión de dos personas que ¡nada ni nadie debe separar! ¿Por qué creemos que tenemos ideas mejores que las de Él?, ¿Es que acaso no consideró el Señor todas las posibilidades dentro de un matrimonio cuando estableció que sería una unión permanente? ¡Por supuesto que sí! El problema está en que hemos sido nosotros quienes hemos rebajado un pacto sagrado y permanente a un mero acuerdo que podemos romper cuándo y cómo queramos. Una y otra vez vemos a personas que se unen en matrimonio con otras personas que ni aman ni conocen a Dios, se toman decisiones a la ligera y no se consulta al Señor, ¡no es de extrañarse que tantos matrimonios se conviertan en una relación tan difícil de llevar! Todo proyecto que iniciamos sin incluir a Dios está destinado a venirse abajo a menos que reconozcamos nuestro error, le pidamos su intervención y enfrentemos con firmeza y entereza las consecuencias de nuestras malas decisiones. Y es precisamente esto último lo que nadie quiere hacer, hacerse responsable de sus actos y pelear por enderezar la situación. Fallamos al no incluir a Dios al inicio de nuestro matrimonio pero también fallamos al no darle una oportunidad de restaurarlo, ¡démosle el control de nuestro matrimonio al Señor! Que sea Él quien determine el siguiente paso.


El Plan Original
“Jesús contestó: —Moisés permitió el divorcio solo como una concesión ante la dureza del corazón de ustedes, pero no fue la intención original de Dios”. En los tiempos de Jesús la ley decía lo siguiente: “Un hombre puede divorciarse de su esposa con solo darle por escrito un aviso de divorcio“, en la versión Reina Valera se traduce divorciarse como: “repudiar a su mujer”, la Real Academia Española define repudio como: rechazar o no aceptar. Es decir, era válido rechazar a una mujer y hacerle saber que ya no la aceptaban como su esposa ¡con una carta! Pero Jesucristo vino a darle un giro a esta ley: “Pero yo digo que un hombre que se divorcia de su esposa, a menos que ella le haya sido infiel, hace que ella cometa adulterio; y el que se casa con una mujer divorciada también comete adulterio“. Unamos las diferentes porciones de la Palabra que acabamos de revisar: La intención original de Dios para el matrimonio no era el divorcio sin embargo Moisés lo permitió debido a la dureza del corazón de las personas, esta dureza llegó a un nivel de frialdad tal que un matrimonio podía terminar en cualquier momento con una simple declaración de término de la relación por escrito sin embargo Jesús dejó en claro que el repudio del corazón detrás de un divorcio ¡es pecado y abre la puerta al adulterio! . El plan original de Dios para el matrimonio siempre ha sido ¡que nunca se separe! Y quien considere separarse debe saber que abre la puerta al pecado y con esto llegan consecuencias muy dolorosas que marcan la vida de las personas por el resto de sus días. Pero no solamente salen lastimados quienes se divorcian, los hijos, padres, tíos y las familias enteras son afectadas cuando un matrimonio se desmorona. ¡Qué triste es ver que un plan de Dios dirigido a unir personas para siempre termina con dos corazones fríos, lastimados y completamente separados! Un matrimonio no es una decisíon que se toma a la ligera, es un pacto sagrado que debe llevar la aprobación del Señor y que debemos estar dispuestos a cumplir por el resto de nuestras vidas ¡sin importar lo mucho que nos pueda costar! La base de un matrimonio feliz y duradero está en que lo formen dos personas que tienen una relación personal con Jesucristo, pues a través de esta relación podrá fluir el amor, el perdón, la paciencia y la sabiduría que se requerirá con el paso de los años.

Como lo hemos comentado una y otra vez Dios siempre tiene puesta su mirada en nuestro corazón más que en nuestras palabras o acciones, El capítulo 5 del libro de Efesios captura este mandato de Dios para los hombres: “Maridos, eso significa: ame cada uno a su esposa tal como Cristo amó a la iglesia. Él entregó su vida por ella“. Y para las esposas menciona lo siguiente: “así como la iglesia se somete a Cristo, de igual manera la esposa debe someterse en todo a su marido”. ¡El Plan de Dios es que lleguemos a ser más como Él cada día! Es decir, Él anhela que amemos como Él nos ha amado, que seamos capaces de perdonar y olvidar la ofensa como Él lo hace con nosotros cada vez que le confesamos nuestros pecados y nos arrepentimos, así como Él hizo un pacto eterno de salvación ¡así debemos hacer nosotros también pactos permanentes de amor con nuestro esposo o esposa! ¡Somos Hijos de Dios! ¡Somos llamados a ser como Él! Dios espera que antes de considerar la posibilidad de un divorcio ¡te asegures de haber entregado tu vida por tu esposa y de haberla amado con todo lo que eres y lo que tienes! Espera de ti mujer que ¡vuelvas a respetar a tu esposo y a recuperar tu amor y admiración por Él en lugar de menospreciarlo y compararlo con otros! Requiere mucha humildad escoger el camino de la restauración de un matrimonio y tan solo una pizca de orgullo el escoger el rechazo, repudio y divorcio. Sin embargo las consecuencias son diametralmente opuestas. Es preferible meses de inversión en sanar y restaurar corazones lastimados que años de pleitos, rencores y amarguras que terminan afectando en la mayoría de los casos también a los hijos que se criaron en ese matrimonio. ¡Hagamos desde un inicio las cosas como Dios lo ha dicho! Pidámosle consejo antes de casarnos, escojamos darle nuestro corazón a alguien que ame al Señor y entienda el valor de un pacto como lo es el matrimonio que se hace no solamente ante el cónyuge sino también ante el Señor; y si ya estamos dentro de un matrimonio que inició sin la aprobación de Dios ¡pasemos tiempo a sus pies pidiéndole de su misericordia para que su reino sea establecido en nuestro hogar! Viviamos como hijos de Dios, amando, perdonando y dando nuevas oportundiades como Él lo ha hecho con nosotros. Por supuesto hay relaciones donde la violencia no da lugar a una restauración y el maltrato debe ser no solamente detenido sino también denunciado, pero aún los matrimonios más dañados y separados cuando las dos personas le entregan su vida a Jesús y nacen a una nueva vida en Él pueden encontrar la restauración y una nueva vida juntos en Él.

 Si todavía eres soltero o soltera haz un compromiso con Dios de que no tomarás el tema del matrimonio a la ligera, pídele que te guíe a darle tu corazón a un hijo o hija suya que lo amen con todo el corazón. Comprométete a no darle tu corazón a un incrédulo y a consultarlo en cada relación que inicies para saber si la aprueba o no.
Si ya estás dentro de un matrimonio con alguien que no ama a Dios, pídele al Señor que te dé la sabiduría para vivir de manera ejemplar de modo que el corazón de tu esposo o esposa lleguen a ser ganados por tu santidad y puedan así establecer un matrimonio cristiano.

¡Dios te bendiga!

domingo, 6 de mayo de 2018

Deja la venganza en manos de Dios




Versículo clave:
“Pero yo digo: no resistas a la persona mala. Si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, ofrécele también la otra mejilla.” Mateo 5:39



La persona herida suele herir a otros, el traicionado traiciona y el rechazado rechaza, primeramente a sí mismo y luego a los demás. La Biblia lo enseña de la siguiente manera, tanto en el capítulo 6 del Evangelio de Lucas como en el capítulo 12 del Evangelio de Mateo Jesús hace la siguiente declaración: “De la abundancia del corazón habla la boca“, es decir aquel que tiene un corazón lleno de dolor, rencor y abusos del pasado, ¡solamente de eso hablará! Y aquel que lo repite una y otra comienza a reproducirlo en su modo de ser, lo que inicia con odio y rencor hacia quienes lo lastimaron o abusaron de él comienza a esparcirse hasta tomar control de su vida y reproducir el mismo abuso, dolor y menosprecio que alguna vez sufrió. Santiago en el capítulo 4 de su carta hace las siguientes preguntas: “¿Qué es lo que causa las disputas y las peleas entre ustedes? ¿Acaso no surgen de los malos deseos que combaten en su interior?“. ¿Cómo está tu corazón el día de hoy? Conforme hemos ido avanzando en el estudio del Sermón del Monte que fue la primera enseñanza de Jesucristo registrada en la Biblia diferentes áreas de nuestro corazón han sido confrontadas y retadas a ser transformadas por la verdad de las Escrituras. En la lectura del día de hoy Jesús comienza a hablar de aquellas “personas malas” que nos han dañado, nos dañan o nos dañarán, lo primero que señala es lo que la ley enseñaba respecto al mal que hacían los agresores, ¿a cuál ley hacía referencia? A la ley de Moisés que se menciona en el capítulo 24 del libro de Levítico, el capítulo 19 del libro de Deuteronomio y el capítulo 21 del libro de Éxodo, de este último leamos los versículos 23 y 24: “el castigo debe ser acorde a la gravedad del daño: vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida, moretón por moretón“. Todos llevamos dentro de nosotros ese sentido de “justicia” que nos hace demandar que todo mal sea castigado de acuerdo a la gravedad del daño causado, el problema surge cuando este mal no es castigado del todo o cuando el castigo no es el que nosotros consideramos “justo”, es ahí donde las heridas y el rencor combinados con la frustración dan a la luz a un corazón amargado, y un corazón amargado no se sacia con nada que no sea una “justa” venganza. Te lo pregunto una vez más: ¿cómo está tu corazón el día de hoy?

El sabor de la venganza
Han oído la ley que dice que el castigo debe ser acorde a la gravedad del daño: “Ojo por ojo, y diente por diente”“. ¿Has escuchado las frases que dicen: “la venganza es dulce” o “la venganza es un platillo que se sirve frío”? La Real Academia Española define vengar como: “Tomar satisfacción de un daño o una ofensa, humillación o perjuicio (agravio) que se hace a alguien“, es decir la venganza es una “sensación” no solamente de que se ha hecho justicia sino que además nos da la satisfacción de ver a otros recibir el mal que a nuestro parecer merecen. Es decir, podríamos parafrasear un poco estas frases populares diciendo: “disfruto y me alegro al ver al malo recibir el mal que merece”. ¿No es algo así lo que quisiéramos que sucediera con quienes nos han insultado, difamado, herido o que abusaron de nuestra debilidad o confianza? ¿No es una falta de venganza la que nos hace guardar rencores, terminar relaciones de amistad o darle la espalda a otras personas? ¿Puede Jesús cohabitar en un corazón lleno de deseos de venganza?, ¿pueden coexistir el rencor, odio y la amargura con el perdón, la misericordia y sobre todo la gracia? El “dulce” sabor de la venganza es un fallido intento de saciar un corazón amargo esclavizado por el dolor y el sufrimiento y que solamente puede ser liberado con amor y perdón. Déjame te lo explico de otra manera, la Biblia enseña en el capítulo 5 del libro de Romanos que cuando todavía éramos pecadores: “Dios mostró el gran amor que nos tiene al enviar a Cristo a morir por nosotros“. Es decir, cuando merecíamos el castigo por todo el mal que hacíamos, cuando lo justo era que fuéramos enviados a una eternidad sin el Señor, cuando no teníamos ninguna intención de conocer a Jesús sino al contrario le dábamos la espalda y hasta disfrutábamos hacerlo, cuando estábamos en nuestra oscuridad más densa justamenta allí lo repito nuevamente: “Dios mostró el gran amor que nos tiene al enviar a Cristo a morir por nosotros“. ¡Su respuesta a nuestra maldad no fue la venganza! La cual habría sido la venganza más justa de la historia de la humanidad, cuando merecíamos la muerte eterna por asesinar al hijo de Dios de manera cruel e injustificada ¡el Señor nos pagó con amor, con salvación, con perdón, con restauración y con vida eterna! Este sí que es VERDADERAMENTE un DULCE sabor que no merecíamos saborear.

El corazón de Jesús
Pero yo digo: no resistas a la persona mala. Si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, ofrécele también la otra mejilla“. Jesús vino a revolucionar la manera en que la gente entendía y vivía su fe en Dios. Conocer el corazón del Señor se había reducido meramente a cumplir con la ley de Moisés, ¡nadie estaba interesado ya en tener una relación personal con Dios! Pues si lo hubieran hecho se habrían dado cuenta lo que Jesucristo les vino a decir: ¡más importante que la ley es conocer al que la creó y entender los motivos por los cuales la creó! De pronto: “el ojo por ojo” se convirtió en un “si alguien te bofetea la mejilla derecha ofrécele también la otra” y el “diente por diente” se transformó en un “Si te demandan ante el tribunal y te quitan la camisa, dales también tu abrigo. Si un soldado te exige que lleves su equipo por un kilómetro, llévalo dos“. ¡Qué cambio tan radical! Pero Jesús no vino a enseñar algo que Él mismo no estuviera dispuesto a sufrir. Cada humillación, bofetada, cada vez que fue escupido e insultado, cada clavo y herida de espinos y lanza eran merecedores de una justa venganza pero Él que tenía todo el poder y recursos para vengar hasta el último de los pensamientos que hubo en su contra no lo hizo. “Sin embargo, fueron nuestras debilidades las que él cargó; fueron nuestros dolores los que lo agobiaron. Y pensamos que sus dificultades eran un castigo de Dios; ¡un castigo por sus propios pecados! Pero él fue traspasado por nuestras rebeliones y aplastado por nuestros pecados. Fue golpeado para que nosotros estuviéramos en paz;
fue azotado para que pudiéramos ser sanados. Todos nosotros nos hemos extraviado como ovejas; hemos dejado los caminos de Dios para seguir los nuestros. Sin embargo, el Señor puso sobre él los pecados de todos nosotros.” (Isaías 53:4-6)

 “Pues dicen las Escrituras:«Yo tomaré venganza; yo les pagaré lo que se merecen», dice el Señor.” (Romanos 12:19) El deseo de venganza nace de un corazón que no ha querido perdonar a quien considera culpable, un corazón deseoso de satisfacerse viendo el mal que alguien más reciba como “justa recompensa” por el mal que causó. Hemos olvidado que ¡todos hemos hecho lo malo y lo seguiremos haciendo! ¿Pero qué pasa cuándo es nuestro mal el que está por ser castigado? ¿No clamamos por misericordia y perdón? ¡Por qué queremos cosechar lo que no hemos sembrado! Jesucristo vino a enseñarnos lo que mencionan la Escrituras en el capítulo 10 de Mateo: dar de gracia lo que de gracia recibimos. ¿Y qué es la gracia? La gracia es recibir aquello que no merecíamos, es decir, una salvación eterna mediante el perdón de nuestros pecados. No nos corresponde a nosotros ejecutar la venganza contra el mal que hemos recibido, ¡no podemos saber todo lo que hay en el corazón de quien nos ha dañado ni sus motivos! Solamente el Creador que lo conoce todo es quien puede dar el pago justo, lo que nos toca a nosotros es aprender a perdonar de la misma manera en que hemos sido perdonados, amar a quienes no lo merecen del mismo modo en que fuimos amados cuando no lo merecíamos, hemos sido salvados para convertirnos en instrumentos de salvación y no de ira o juicio. Un corazón que no perdona y “libera” a su agresor está destinado a ser un corazón como el que comenzamos describiendo en nuestro estudio de hoy: herido y listo para herir a otros de quienes cosechará nuevas heridas que le causarán un dolor más profundo y entonces querrá herir aún más y este ciclo no terminará hasta haber destruido su vida y la de quienes lo rodeaban. ¡Aprendamos a poner la otra mejilla! Por supuesto que lo que Jesús proponía no era que dejáramos que quien abusa de nosotros lo siga haciendo, el estaba apuntando a nuestro corazón, a lo que albergamos dentro de nosotros tras el daño recibido, ¡vayamos a Él a desahogarnos y a clamar por justicia! Pidámosle fuerzas para perdonar y dejar “libre” a nuestro agresor porque de otra manera ¡lo llevaremos siempre dentro de nosotros causándonos un daño cada vez mayor! Que tu anhelo no sea: “¿cómo le voy a hacer ahora para que pague lo que hizo?” sino “Señor dejo la venganza en tus manos, no quiero mi justicia sino la tuya, así como hiciste conmigo haz con mi agresor”. Abramos nuestros oídos y corazón a Romanos 12:21: “No dejen que el mal los venza, más bien venzan el mal haciendo el bien“. Porque será el amor con el que nosotros paguemos el que quebrará los corazones más duros y dará esperanza a quienes están asfixiándose por el odio y el rencor. Deja que la gracia, la misericordia y el amor de tu Salvador fluyan a través de ti a quienes a tu parecer lo merezcan y también a quienes no, del Señor será la respuesta final.

 ¿Has notado que guardas rencores o deseos de venganza en tu corazón? Pídele perdón a Dios por cerrarle la puerta a su amor y misericordia y escoger en tu orgullo odiar y desearle el mal a alguien más. Deja a tu agresor en manos de Dios, perdónalo y deja que sea Él quien le dé el justo castigo que merezca en el tiempo y las maneras que Él decida.
Dale gracias  Jesús por su infinito e inmerecido amor, dale gracias por su Gracia y misericordia, por su obra en la cruz y su eterna salvación. Pídele que te enseñe a amar como Él te ha amado, a dar gracias como la que Él te dio y a conocer el corazón de Dios detrás de su Palabra.

sábado, 5 de mayo de 2018

Escoge siempre hablar con la Verdad


Versículo clave:
“Pero sea su hablar: Sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal procede.” Mateo 5:37


 

Hace algunos años tras ir saliendo de una reunión de los jóvenes que nos juntábamos todos los viernes en la iglesia recibí una llamada a mi celular de parte de una amiga mía. Me contó que su hermano acababa de chocar su automóvil que le había costado muchos años de ahorros y esfuerzo  y como él no tenía licencia de manejar el seguro no le cubriría el gasto. El accidente había sido cerca de donde estaba así que llegué pronto con ella y algunos otros de los jóvenes ya habían llegado, recuerdo que me dijo: “David, me recomiendan que diga que yo iba manejando porque yo sí tengo licencia y así el seguro sí me dará la cobertura, ¿qué debo hacer?” Lo único que se me ocurrió contestarle fue: “Di la verdad, eso es lo correcto”. El auto fue pérdida total y el seguro solamente le cubrió la deuda que tenía con la afianzadora pero ella ¡se quedó sin auto ni dinero para comprar uno nuevo! Ojalá hablar con la verdad siempre fuera sencillo y nos diera los mejores resultados al instante pero lo cierto es que muchas veces no cosechamos los frutos de nuestra integridad hasta varios años después. Hoy ella está casada con un hombre que la ama y Dios los ha prosperado lo suficiente como para que tengan una vida mucho más abundante de lo que ella alguna vez pensó. ¡Dios honró su fidelidad! Aunque no fue ni en el tiempo ni en la manera en que ella hubiera esperado si hoy platicaras con ella te aseguro que te diría que el Señor siempre ha sido fiel con ella y que no se arrepiente de haber escogido honrarlo hablando con la verdad en esa y otras ocasiones. ¡Cada vez cuesta más caro hablar con la verdad en todo momento, con toda persona y en todo lugar! La sociedad nos tienta una y otra vez para que ocultemos “un poco de verdad” y accedamos así a recursos, posiciones y estatus que no tendríamos si escogiéramos hacer las cosas de manera correcta, o al menos esa es la idea que nos quiere vender el enemigo. Lo cierto es que Jesús se proclamó así mismo en el capítulo 14 del Evangelio de Juan como LA VERDAD, por lo que al darle la espalda a la verdad se la estamos dando a nuestro salvador. ¡Escoge siempre la verdad sin importar el precio que tengas que pagar! Escoge corresponder al amor y a la fidelidad de tu Señor.

Quien habla con la verdad no necesita juramentos
También han oído que a nuestros antepasados se les dijo: “No rompas tus juramentos; debes cumplir con los juramentos que le haces al Señor”. Pero yo digo: ¡no hagas juramentos!”. La Real Academia Española define un juramento como: “afirmar o negar algo poniendo por testigo a Dios, o en sí mismo o en sus criaturas”. En los tiempos de la Biblia de acuerdo al capítulo 6 del libro de Hebreos para poner fin a toda controversia las personas solían jurar por uno mayor que ellos, ¿por qué hacían esto? Porque su palabra no era suficiente, la reputación detrás de las personas era y sigue siendo que bajo un cierto nivel de presión todos mienten consciente o inconscientemente, parcial o totalmente. Así que la gente “garantizaba” que lo que decían era verdad jurando por Dios, por el Cielo, por la tierra, por Jerusalén o por su propia vida. Fue en este contexto que Jesús durante la enseñanza de su primer sermón declaró lo que leemos en la lectura del día de hoy: ¡no hagan más juramentos! ¡Dejen de tratar de recuperar su reputación afectada por sus mentiras usando el nombre de Dios, el Cielo o cualquier otra cosa que Él creó! Pues al decir que somos sus hijos pero vivir de manera deshonesta y con engaños ¡estamos dañando también la imagen que la gente tiene de Él! Más veces de las que quisiera he escuchado a gente decir: ¿y para qué quiero ser cristiano si él o ella que lo son viven igual o peor que yo? Jesús estaba haciéndonos un llamado a recuperar nuestra reputación, a dejar de mentir y manipular la verdad a nuestra conveniencia y comenzar a ser íntegros de modo que lo que decimos que somos (hijos de Dios) corresponda con la manera con la que vivimos y con las decisiones que tomamos cada día tanto en público como en privado.

Quien habla con la verdad es digno de confianza
Tras mencionar que no debemos hacer juramentos Jesús dice qué es lo que sí debemos hacer: Simplemente di: “Sí, lo haré” o “No, no lo haré”. Cualquier otra cosa proviene del maligno. Muchas veces he escuchado a cristianos expresar con asombro y desilusión que sienten que Dios no los usa o no respalda lo que hacen aún y cuando muchas veces lo que hacen es “para Él y su iglesia”. Las preguntas que en verdad deberían hacerse son: ¿soy digno de la confianza de Dios?, ¿soy un hombre o una mujer en quien el Señor puede depositar su poder para hacer exactamente lo que Él quiere sin agregarle nada de “mi cosecha”?, ¿soy capaz de dar un mensaje de parte del Señor sin alterarlo, ajustarlo o “corregirlo” a mi conveniencia e interés? Jesús fue claro al decir que quien no puede hablar con un “Sí” o un “No” y en cambio justifica sus palabras y las oculta en complejas explicaciones es porque ha abierto la puerta al enemigo de modo que siendo la verdad algo simple de decir la disuelve en interminables pretextos y argumentos. El apóstol Juan en su primera carta que escribió y que se encuentra registrada cerca del final de la Biblia menciona algunas acciones que al cometerlas le estamos dando la espalda la verdad y por lo tanto dejamos de ser dignos de confianza: Cuando decimos que no pecamos generalmente escondido tras frases como: “yo no le hago mal a nadie” (1a Juan 1:10), cuando decimos que conocemos a Dios pero no obedecemos sus mandamientos (1a Juan 2:4), cuando negamos que Jesús es el hijo de Dios con nuestras palabras o estilo de vida (1a Juan 2:22), cuando decimos que amamos a Dios pero aborrecemos a nuestro prójimo (1a Juan 4:20) y cuando no le creemos a Dios lo que nos ha prometido. (1a Juan 5:10) Pareciera que hubiéramos olvidado que si hay alguien digno de confianza es nuestro Señor, quien nunca miente ni engaña, no hay orgullo ni deseos de manipulación en su corazón, no oculta la verdad ni hace promesas que no cumplirá. El capítulo 23 del libro de Números lo capta muy bien: “Dios no es hombre, para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta. El dijo, ¿y no hará? Habló, ¿y no lo ejecutará?“.


 Dios a través del apósotl Pablo en el capítulo 4 de su carta a los Efesios nos enseña lo siguiente: “Por lo cual, desechando la mentira, haben la verdad cada uno con su prójimo“, ¡Es un mandato hablar con la verdad! Es una instrucción que debemos seguir y obedecer sin importar el precio que tengamos que pagar, porque es un hecho que hablar con la verdad cada vez es más caro que hablar con mentiras y engaños. Pablo mencionó que una de las razones por las que debemos hablar con la verdad es porque somos miembros los unos de los otros por lo cual al mentirle a personas que aman a Dios ¡es como si te mintieras a ti mismo! Y además al mentirle a quien pertenece al cuerpo de Dios ¡también le estas mintiendo a Él! Hace uns meses me tocó escuchar una conferencia de Josh McDowell, un reconocido autor de libros y ávido defensor de la verdad de Dios, uno de sus libros titulado: “Es bueno o es malo” fue de gran influencia en mí vida cuando tuve oportunidad de leerlo, McDowell mencionaba que muchas veces escogemos mentir porque al hacerlo postergamos el castigo, en mi trabajo a este tipo de actitudes le llaman: “patear el bote” haciendo referencia a alguien que va caminando y en lugar de recoger un bote que encuentra tirado lo va pateando mientras camina, lo que no hemos entendido es que postergar la confrontación de nuestra mentira y seguir ocultando la verdad lo único que hace es agravar las consecuencias. Porque para ocultar una mentira necesitamos de otra y otra y otra más de modo que cada vez es más difícil revelar la verdad y cuando finalmente lo hacemos nuestra reputación y credibilidad ha caído por los suelos. ¡No llegaríamos hasta ese momento si escogiéramos siempre hablar con la verdad y siguiéramos la instrucción de Jesús de hacer que nuestros “Sí” y “No” no pierdan su validez! Paguemos el precio que requiere la verdad, vivamos de manera íntegra e irreprensible para que la gente al conocernos tenga una experiencia con la honestidad y rectitud de Jesucristo impregnada en nuestro modo de comportarnos. ¡Los hijos de Dios deberíamos ser las personas más confiables sobre la faz de la tierra! Desechemos la mentira, cerrémosle la puerta y depositemos nuestra confianza y esperanza total en que si vivimos de manera recta y limpia cosecharemos del Señor bendición, paz, abundancia y seremos dignos de su confianza.

 Pídele al Espíritu Santo que te muestre qué tanto has dejado que la mentira tome el control de tu estilo de vida, tus palabras y tus decisiones. ¡Pídele perdón al Señor por poner tu confianza en tus mecanismos de engaño por encima de en su Palabra y sus promesas! Todos hemos pecado mintiendo, llénate de la verdad de su Palabra para que comiences a sustituir las mentiras del enemigo en tu mente por las promesas del Señor.
 Si has mentido recientemente o hay engaños que llevas por años en el corazón hoy es el día de frenar la mentira. Ponte a cuentas con Dios y luego vé y confiesa la mentira y engaño que has mantenido por tanto tiempo, pide perdón, da el primer paso para recuperar tu integridad y decídete a vivir de manera ejemplar como lo debe hacer un verdadero hijo de Dios.

¡Dios te bendiga!

Hijas de Dios: Amando a quienes no nos aman

Hijas de Dios: Amando a quienes no nos aman: Versículo clave: “Pero yo digo: ¡ama a tus enemigos! ¡Ora por los que te persiguen!.”  Mateo 5:44   ¿Ama Dios a las malas personas? ...

Amando a quienes no nos aman




Versículo clave:
“Pero yo digo: ¡ama a tus enemigos! ¡Ora por los que te persiguen!.” Mateo 5:44


 ¿Ama Dios a las malas personas? Piénsalo un poco, ¿ama a los asesinos, los violadores o los pedófilos?, ¿ama también a los nazis que aún sobreviven y fueron parte del holocausto contra su pueblo? Y ¿qué hay de aquellos que nos han dañado a ti y a mí?, ¿ama a quienes han abusado de nuestra confianza, quienes nos han robado, mentido o difamado? Para contestar estas preguntas necesitaríamos contestar primero una más grande e importante: ¿puede Dios “no amar” a alguien? La Biblia como lo hemos mencionado en muchas ocasiones anteriores es el corazón de Dios impreso esperando por ser revelado a aquellos que lo buscan con perseverencia y fe. El apóstol Juan en el capítulo 4 de su primera carta registrada en las Escrituras nos enseña lo siguiente de la esencia de nuestro Señor: “Todo el que ama es un hijo de Dios y conoce a Dios; pero el que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor“. ¿Notaste esa última declaración que hacen la Biblia sobre nuestro Salvador? Él es amor, no dice que “sienta” o “tenga” amor, sino que Dios ES AMOR. ¡Dios no puede dejar de amar porque dejaría de existir! Es su amor el que está detrás de todo el plan de salvación que llevó a su único hijo Jesucristo a morir en una cruz por nosotros, es su amor el que alcanzó a Moisés el asesino, Abraham el desconfiado, David el adúltero y Jacob el engañador, su amor fue el que salvó a aquel ladrón crucificado a su lado sin importar todo lo que había hecho para merecer esa muerte, bastó un instante de fe y un corazón pidiendo ser rescatado ¡para que la salvación y el amor de Jesucristo llegaran a todos estos hombres! Jesús no está esperando a que hagas algo para Él empezarte a amar, ¡Él siempre te ha amado! ¡Siempre ha estado al pendiente de todo lo que sucede en tu vida! Sabe qué día naciste, en qué hospital y cómo se llama el doctor que te recibió, sabe cuántos lunares tienes, a qué edad perdiste tu primer diente, cuál es tu mayor miedo, el dolor más intenso que has experimentado y el sueño más grande que albergas en tu corazón. ¡Él siempre ha amado todo de ti! ¿Cuánto de este amor hemos aceptado y cuánto de este amor estamos compartiendo a los demás? ¿Estamos restringiendo su amor a quienes no nos aman?

 Nuestros Enemigos
Han oído la ley que dice: “Ama a tu prójimo” y odia a tu enemigo. Pero yo digo: ¡ama a tus enemigos! ¡Ora por los que te persiguen!“. Cuando escogemos vivir obedeciendo ciertas leyes y percibimos que alguien más las está violando sin recibir un castigo solemos exclamar ¡qué injusto! En los tiempos de Jesús lo que la ley determinaba como “justo” era amar al prójimo y odiar al enemigo pero Jesucristo no estaba de acuerdo con esta ley, ¿por qué? ¡Porque no reflejaba al corazón de su Padre de amor! Así que como en muchas otras secciones de su primer sermón público una vez más el Hijo de Dios le dio un giro a la lógica humana para crear una nueva posiblidad: ¿qué tal si mejor amamos a nuestros enemigos y oramos por quienes nos quieren hacer un mal? ¡Esto sonaba muy injusto! ¿Pero qué no era Dios mismo quien originalmente había creado la ley de Moisés que ellos celosamente guardaban? Si alguien podía entender el espíritu original de esa ley y el motivo original del corazón detrás de esas ordenanzas ¡era Jesucristo el hijo de Dios! Y si alguien podía cambiar esas leyes era precisamente Él que las había creado. Hagamos un alto y pensemos por unos minutos ¿son mis enemigos los mismos enemigos de Dios o bien son sus enemigos los mismos que los míos? Porque mientras los nuestros son personas que nos han hecho o quieren hacer algún mal los de Él son los pecados que nos quieren apartar de Él. ¡Nuestros enfoques no coinciden! Necesitamos entender que aquellos que consideramos “nuestros enemigos” ¡no tienen ninguna posibilidad de hacernos mal si Dios no se los permite! Es decir, si viviéramos continuamente bajo la protección de Dios y con la certeza de que Él cuida de nosotros probablemente ¡se reduciría considerablemente nuestra lista de enemigos! Pero ¿y qué hay de sus enemigos que nosotros sí aceptamos en nuestra vida? ¿Cómo nos va en nuestro trato con el rencor, la falta de perdón, la lujuría e inmoralidad, la mentira, el orgullo y la corrupción? ¿Los odiamos tanto como hemos llegado a odiar a otras personas? ¿Tenemos planes detallados para eliminarlos por completo de nuestra vida así como hemos prácticamente borrado a quienes nos han dañado en el pasado? Lo vuelvo a repetir, nuestro enfoque y el de Dios ¡pareciera que no coinciden!

 Hijos de Dios
De esa manera, estarás actuando como verdadero hijo de tu Padre que está en el cielo. Pues él da la luz de su sol tanto a los malos como a los buenos y envía la lluvia sobre los justos y los injustos por igual“. El título de “Hijos de Dios” no es solamente un bonito sobrenombre que usamos los que seguimos a Jesús sino que es una responsabilidad y compromiso que cargamos a todo lugar al que vamos. ¿Por qué hizo tanto hincapié Jesús en amar a quienes nos nos aman? Porque al hacerlo sabía que comenzaríamos a entender el corazón de Dios pues ¿qué no es eso lo que hace el Señor cada mañana que hace salir el sol sobre justos e injustos? ¿no fue precisamente amar a quienes no lo amaban lo que hizo Jesus cuando murió en la cruz? ¿Hemos olvidado que fue su persistente amor el que nos vino a buscar cuando vivíamos como si fuéramos enemigos de Él y nos sedujo y cautivó hasta que fuimos atraídos hacia Él? ¡Amar a nuestros enemigos es una invitación a amar de la misma manera en que nuestro Señor ama! ¡Es una invitación a comportarnos como Él, desarrollar su misericordia, gracia y llegar a tener el corazón que Él tiene! El Sermón del Monte es una constante exhortación a que dejemos de ver la vida con nuestros ojos humanos y egoístas y comencemos a verla desde la perspectiva amorosa y misericordiosa de nuestro Salvador, es un llamado a romper con nuestro duro corazón y nuestros severos razonamientos humanos y abrirle la puerta al corazón amante y perdonador de nuestro Dios. ¡Aceptemos la invitación que estamos recibiendo de parecernos más a Jesucristo!

 “Si solo amas a quienes te aman, ¿qué recompensa hay por eso? Hasta los corruptos cobradores de impuestos hacen lo mismo. Si eres amable solo con tus amigos, ¿en qué te diferencias de cualquier otro? Hasta los paganos hacen lo mismo“. Un hijo de Dios no puede pasar desapercibido, ¡se nota claramente cuando un portador del amor y la gracia de Dios está presente en una escuela, familia, empresa o multitud! Porque si vivimos la vida replicando el comportamiento de aquellos que no le conocen, ¿por qué creemos que estamos viviendo como cristianos? ¡Estamos simplemente dejándonos llevar por la corriente de este mundo! Los cristianos estamos llamados a ser la excepción a todas las reglas y razonamientos egoístas y egocéntricos que tienen quienes no conocen a Dios. ¡Seamos los primeros en amar a quien nadie ama! Perdonemos tan rápido a nuestro agresor que sea confrontado por su propia maldad y retado ante un amor inmerecido, ayudemos a quien nos maltrata, pidamos por la salvacíon de quienes nos odian, sirvamos a quienes nos humillan y demos nuestra vida por quienes nos rechazan porque ¡esto fue lo que hizo Jesucristo cada instante que caminó entre nosotros aquí en la tierra! No hay maldad humana que pueda resistirse al amor puro y perfecto de nuestro Dios. ¡Quitemos nuestra mirada de las malas acciones de las personas a nuestro alrededor! ¡No hemos sido llamados a cultivar enemigos sino a ganarnos su corazón con el amor de Dios para que ellos también le conozcan! Nuestra mirada debe estar puesta en la gracia de nuestro Salvador, en el plan de restauración y vida eterna que tiene para todas las personas, ya sea que las consideremos buenas, malas o perversas ¡Dios no quiere que ninguna se pierda y al morir pase una eternidad de dolor y sufrimiento lejos de Él! Y si Él no lo quiere, ¡nosotros tampoco lo podemos querer! Unámonos a su plan de salvación, dejemos que su corazón sea formado en el nuestro, muramos a nuestros “yo” e ignoremos nuestro deseo egoísta de “justicia” humana, demos lugar a la justicia de Dios, vivamos como sus Hijos, siendo reflejos de su carácter y una extensión de su corazón. Porque esto fue precisamente lo que Jesucristo nos pide en la lectura del día de hoy: “Pero tú debes ser perfecto, así como tu Padre en el cielo es perfecto“.

 Dale gracias a Dios por su amor tan grande con el que te alcanzó, te sedujo a creer en Él y te ama el día de hoy a pesar de las veces en que pecas contra Él.
Pídele a Dios que te muestre aquellas personas a quienes has escogido no amar e incluso tratas como si fueran tus enemigos. ¡Pídele perdón por no amar como Él te ha amado! Y pídele amor por aquellos que te hacen el mal para que con tu ejemplo le conozcan.
¿Son tus enemigos los mismos enemigos de Dios? Si no es así, cambia de enfoque, cambia tu plan y tu estrategia y trata a los enemigos de Dios como enemigos tuyos.

¡Dios te bendiga!

El Juzgar a los demás




Versículo clave:
“El criterio que usen para juzgar a otros es el criterio con el que se les juzgará a ustedes.” Mateo 7:3


 A nadie nos gusta enterarnos que alguien ha estado hablando mal de nosotros, probablemente una de las acciones que más nos molestan es que nos juzguen sin conocernos o tengan una opinión equivocada de nuestras intenciones o motivaciones. ¿Has experimentado esto alguna vez? ¡No se siente nada bien! Sin embargo la reacción que muchas veces tenemos contra quien nos critica ¡es criticarlo! Y ¿qué hay de las ocasiones en las que somos nosotros quienes hablamos mal de otras personas? Solemos pensar que somos tan buenas personas que no merecemos ser juzgados y tan rectos que sí podemos juzgar a los demás, pero esta actitud no es más que una señal de que tenemos orgullo y soberbia creciendo en nuestro corazón. Recuerdo hace muchos años cuando recién asistía a un grupo de jóvenes en la iglesia que el tema de la predicación fue “la murmuración y el chisme”, esa noche después de la reunión nos fuimos a cenar mis amigos y yo y ¡batallamos para encontrar un tema de conversación! Estábamos tan acostumbrados a juzgar a otros que eso ocupaba gran parte de nuestras conversaciones, ¡qué mal se ve un hijo del Juez Justo del universo queriendo tomar un lugar que no le corresponde a él sino a su padre! Porque por más sabios que nos consideremos nunca podremos asegurar que conocemos todas las intenciones, motivaciones y meditaciones que hay en el corazón y mente de las demás personas. ¿Qué tanto juzgas a los demás?

 Estableciendo la medida
“No juzguen a los demás, para que Dios no los juzgue a ustedes. Porque se les juzgará de la misma manera que ustedes juzguen a los demás. Con la misma medida que ustedes midan a los demás, Dios los medirá a ustedes”. Hemos estado leyendo y estudiando los capítulos 5 al 7 del Evangelio de Mateo que relata el primer mensaje público de Jesucristo, en la porción de nuestra lectura de hoy Jesús hace énfasis en el “no juzgar a los demás”, la Real Academia Española define juzgar como deliberar acerca de la culpabilidad de alguien o formar una opinión sobre algo o alguien. Imagina que vas caminando por la calle y de pronto encuentras en la esquina a un par de automóviles que tuvieron un accidente, alcanzas a escuchar a los dos conductores discutiendo con el oficial de tránsito sobre quién fue el culpable pues los dos aseguran ser inocentes, aunque tú no presenciaste cómo sucedió el oficial que está tratando de encontrar al culpable te voltea a ver  y te pide tu opinión sobre quién crees que tenga la razón, ¿qué responderías? Seguramente le harías algunas preguntas a cada conductor para escuchar su versión, verías los autos y la inclinación de las llantas y al final emitirías una opinión pero sin embargo seguiría siendo eso, ¡una opinión! Pues la certeza de cómo sucedió verdaderamente el accidente la tendrían solamente quienes participaron en Él. ¡Precisamente de esto se trata el juzgar a los demás! Aunque no conocemos el corazón de las personas ni sus verdaderas intenciones nos dejamos influenciar fácilmente por lo que otros opinan para hacernos un concepto equivocado de alguna persona y para unirnos al grupo que la está criticando y señalando. ¡Cuántas personas de las que hoy no tenemos un buen concepto si las conociéramos nos daríamos cuenta de que estábamos equivocados! La Biblia enseña que con la misma medida con la que nosotros midamos a otros ¡se nos medirá a nosotros! La misma dureza y falta de misericordia que sembremos en señalar las faltas ajenas y en divulgarlas será la que recibiremos de los demás el día en que nosotros fallemos.

 ¡Empieza por tu corazón!
“¿Y por qué te preocupas por la astilla en el ojo de tu amigo, cuando tú tienes un tronco en el tuyo? ¿Cómo puedes pensar en decirle a tu amigo: “Déjame ayudarte a sacar la astilla de tu ojo”, cuando tú no puedes ver más allá del tronco que está en tu propio ojo?”. La verdad de las cosas es que muchas de las veces que juzgamos a los demás en realidad no es porque haya un problema en ellos sino porque los estamos viendo a través de nuestro corazón herido, codicioso o envidioso. La próxima vez que veas algo que te moleste en la vida de otra persona haz una pausa y pregúntate: ¿cuál es la razón que me hace enojarme y criticar lo que aquella persona hace? Porque cuando criticamos al que se nos atraviesa en una línea de espera una parte de nosotros piensa que eso esta mal pero otra piensa: ¡cómo no se me ocurrió hacerlo a mí primero! Nos gusta señalar las áreas débiles de las otras personas en las que nosotros somos fuertes pero nos cuidamos de que nuestras flaquezas queden protegidas, ¡quien actúa así está cultivando la hipocresía en su corazón! Pues está fingiendo tener una rectitud y santidad que en realidad ¡no tiene! Pues aunque su corazón no se ensucia con el mismo pecado que el de aquel al que critica, de todos modos se ensucia con otro que tiene oculto y con el de la soberbia que lo hace creerse superior o “más digno” que su prójimo. Antes de buscar el error, el pecado o la falta en el corazón de enfrente, ¡empecemos por analizar el nuestro a la luz de la Palabra de Dios! Más importante que opinar lo que piensas de otros es que investigues ¡qué opina Dios de ti y de los pecados que llevas ocultos en tu corazón! Porque si yo que cojeo quiero levantar al caído terminaremos los dos en el suelo.

 “No desperdicies lo que es santo en gente que no es santa. ¡No arrojes tus perlas a los cerdos! Pisotearán las perlas y luego se darán vuelta y te atacarán”. Hace unos años escuché a un predicador platicar que en los tiempos de Jesús utilizar perlas como parte de los adornos personales era común, en ocasiones quienes cuidaban a los puercos podían dejar caer por accidente sus perlas entre los puercos las cuales cubiertas de lodo se confundían entre las algarrobas con las que los alimentaban. Cuando un puerco masticaba una perla y se lastimaba podía volverse contra quien lo alimentaba y atacarlo. Algunas personas creen que la verdad que han conocido en la Palabra de Dios y les ha traído libertad debe ser usada para “hacer entender” a los demás el error en el que viven y la vida de pecado que llevan sin embargo, ¡no es trabajo de nosotros cambiar a las personas! Eso solamente lo puede hacer el Espíritu Santo. No hemos sido llamados a condenar, acusar, juzgar ni criticar a otros sino ¡todo lo contrario! El amor, la misericordia, el perdón y la nueva oportunidad que recibimos por la gracia de Dios ¡debemos darlo también por gracia a quienes nos rodean! No todas las personas están listas para escuchar el Evangelio y tomar decisiones, si intentas obligarlos a que se acerquen a Dios en tus maneras y en tus tiempos ¡causarás que cierren su corazón e incluso se vuelvan contra ti! Ora por quienes se resisten a escuchar la Palabra de Dios para que sea el Señor quien despierte su corazón y su interés en la vida recta y ejemplar que tienes para que se acerquen a conocerle a través de ti. Toma la decisión el día de hoy de no participar en conversaciones de críticas, chismes ni murmuraciones contra los demás, en esa reunión ¡no está el Señor! Antes de juzgar a otro necesitas recordar que: primero tú no conoces la historia completa ni las motivaciones reales detrás de cada acción y; segundo con la medida con la que juzgues serás juzgado por Dios mismo de acuerdo a las palabras de Jesús en nuestra lectura de hoy. ¿Queremos ser usados por el Señor para cambiar la vida de quienes nos rodean? Empecemos por analizar nuestro corazón, por vivir de manera íntegra, recta y ejemplar, sembremos amor, misericordia y verdad a cada lugar que vayamos, seamos los primeros en escuchar y los últimos en opinar, estemos listos para amar a los rechazados, para escuchar a los criticados y para perdonar a quienes nos critican. ¡Vivamos como hijos de Dios! Que toda mentira, chisme y crítica que llegue a nuestros oídos ¡no se siga divulgando más! sino que se tope con la verdad de Dios y su amor en nuestro corazón y termine allí mismo de seguir expandiéndose más y más.

 Pídele perdón a Dios por las ocasiones que has criticado, juzgado y participado en chismes sobre otras personas. Pídele que te dé amor por quienes te critican y que te enseñe a sembrar gracia y misericordia para que sea estas las que coseches el día en que tus faltas salgan a la luz.
Dale gracias a Dios porque en lugar de divulgar tus pecados Él ha escogido perdonarte, lavarte y darte una oportunidad nueva más cada día.

¡Dios te bendiga!


El Dominio del Reino de Dios

Daniel 7   “El reino del Altísimo permanecerá para siempre y todos los gobernantes le servirán y obedecerán.”  Daniel 7:27b Me ...